SE ENTIERRA VIVO UN POLO DE LA GRIETA

Los conflictos sociales se resuelven verdaderamente cuando ambas partes logran integrar aspectos esenciales de sus diferentes visiones e intereses, en soluciones que originan una nueva realidad, superadora del antagonismo previo. Este principio tiene una importancia capital cuando se trata de conflictos amplios, profundos y complejos, como el registrado en nuestra historia entre unitarios y federales.

Por el contrario, cuando debido a una situación de poder favorable, una parte de la lucha logra imponerse sobre la otra y busca su eliminación, el antagonismo no se acaba ni se supera: se entierra. Pero, enterrado y todo, permanece vivo, porque en este tipo de rivalidades hondas, extendidas y complejas, es casi imposible la eliminación total de un polo. Por lo que la oposición reaparece constantemente a lo largo del tiempo, bajo mil formas iguales o distintas a la originaria. El conocido dicho “los muertos que vos matáis gozan de buena salud” es perfectamente aplicable a esta situación. Esto fue lo que pasó con la discrepancia entre unitarios y federales, después de la batalla de Pavón.

En efecto, apenas los unitarios tomaron el poder nacional, con Mitre y Sarmiento como sus figuras más destacadas, comenzaron los intentos por eliminar no solo las resistencias federales, sino toda posibilidad de existencia de lo federal, calificado en forma fundamentalista, no lo olvidemos, como la barbarie que impedía la civilización.

Primero fueron los poco conocidos “Coroneles de Mitre”, lanzados a eliminar a sangre y fuego los gauchos federales de las provincias del Oeste y el Norte argentino. Este hecho histórico fue intencionalmente ocultado por su responsable, el propio Mitre, autor clave de lo que sería la historia oficial argentina. Según la tradición oral que puede escucharse aún hoy en las provincias afectadas, su consigna era asesinar a los gauchos de las montoneras, mandar sus mujeres a los prostíbulos de Buenos Aires y repartir sus hijos entre la gente decente de la provincia en cuestión; un antecedente lejano del terrorismo de estado que hemos visto revivir hace pocos años.

En segundo lugar vino la alianza de Argentina y Brasil para eliminar el poder del gobierno blanco uruguayo, de raíces federales y, logrado esto, urdir la triple alianza contra el Paraguay. Una nación donde la unión indo ibérica originaria (1) había dado por fruto una sociedad con rasgos americanos originalísimos, un notable equilibrio social y una soberanía realmente independiente de cualquier dominación extranjera. De esa forma no solo se destruyó el potente crecimiento de dicho país americano, sino que se aprovechó la contienda para eliminar gran parte de la población gaucha, cuyos contingentes eran llevados encadenados al frente. Las acciones de Felipe Varela para liberar dichos contingentes y su proclama por la “Unión Americana” contra esta guerra, expresaron el rechazo generalizado de la misma, por parte del pueblo gaucho.

Por último la “guerra de policía” impulsada y desatada por Sarmiento contra los gauchos, sobre todo los de las pampas bonaerenses y litorales, mediante “jueces de paz”, policías bravas y oficiales de cantones o fortines, terminó de configurar el trídente dirigido a enterrar la facción federal, popularmente mayoritaria, de la sociedad argentina.

Los siguientes versos del Martín Fierro así lo describen:

Ricuerdo ¡Qué maravilla!
Cómo andaba la gauchada
Siempre alegre y bien montada
Y dispuesta pa el trabajo;
Pero hoy en el día… ¡barajo!
No se la ve de aporriada
.
Estaba el gaucho en su pago
Con toda seguridá,
Pero aura… ¡barbaridá!
La cosa anda tan fruncida,
Que gasta el pobre la vida
En juir de la autoridá.

Como frutilla de la torta se promovió fuertemente la inmigración europea para  suplantar con población europea ese pueblo gaucho supuestamente indolente e inservible – que constituye, sin embargo, el elemento clave de nuestra original esencia americana (2) – para integrarnos al mundo europeo y su “progreso”.

Obviamente, el intento de eliminar y suplantar una parte mayoritaria de la sociedad argentina no tuvo ni podía tener éxito, a causa de la simple imposibilidad material de concretarse. Pero sus efectos sobre las formas de pensar sentir y hacer colectivas fueron altamente significativos; por lo que dejaron culturalmente establecido para las generaciones futuras. La vivencia y concepción de la autoridad como algo dañino – utilizable para atacar a sus subordinados de la que, en consecuencia, hay que protegerse – y no como un hecho necesario para alcanzar el bien del conjunto, es una de ellas. La inclinación a dividir los opuestos en polos absolutamente irreconciliables y la convicción en la imposibilidad de lograr acuerdos superadores en cualquier antagonismo, es otra (3).

En un nivel menos profundo y más inmediato, el intento de eliminar el polo federal, tuvo dos consecuencias directas. En primer lugar las líneas y postulaciones federales se introdujeron diluidas, escondidas y disfrazadas,  pero no por eso menos reales, en la nueva clase dirigente del país; cargándola así de un componente potencialmente conflictivo en su interior. En segundo lugar, el eje de la oposición entre federales y unitarios se fue desdibujando con el paso del tiempo, a la vez que empezó a delinearse otro eje, como consecuencia de la adecuación del anterior a las nuevas circunstancias: la contradicción entre clase gobernante y pueblo. La incorporación posterior de la inmigración en este marco, tendrá impactantes consecuencias para la nueva manifestación de la grieta entre los argentinos, que surgirá pocos años después.

 

 (1) Ver en este mismo blog la nota “El cacique Corundá” de junio de 2015

(2) Ver en este mismo blog la nota “¿Donde están los gauchos argentinos?” de julio de 2015

(3) Ver en este mismo blog la nota “La desavenencia profunda que rige en la Argentina” de febrero de 2015