LOS RUIDAZOS ANUNCIAN UNA FORMA DEMOCRÁTICA NUEVA

Desde el último viernes del año 2018 los vecinos de muchísimos barrios de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, comenzaron a manifestar con ruidazos su rechazo al anuncio de nuevos aumentos de tarifas y al cierre de escuelas públicas nocturnas. El hecho de que los ruidazos se hayan mantenido todos los viernes, imperturbables, decididos y crecientes – incluso luego de conseguir que se reabran las escuelas públicas nocturnas – está mostrando un fenómeno social y político nuevo, que se esconde detrás de la baraúnda de sonidos repetidos semanalmente con pertinaz determinación.

El recuerdo del 19 y 20 de Diciembre del 2001, con la gente saliendo a la calle por iniciativa propia espontánea y masiva, aparece automáticamente en la memoria. Si bien existen muchas diferencias entre los ruidazos y lo sucedido aquellos días, hay algo que, en profundidad, los conecta: el estado asambleario que asume el pueblo argentino en circunstancias críticas.

Adoptar un estado asambleario no es un hecho menor. Porque toda asamblea, sea de accionistas de una empresa, de socios de un club o de miembros de una ong, significa retomar un poder delegado para decidir en conjunto el camino a seguir. El pueblo argentino en general y el porteño en particular, tiene una antiquísima tradición en tal comportamiento colectivo. Desde la rebelión frente a las invasiones inglesas y la exigencia del Cabildo Abierto en 1810, hasta el 17 de Octubre de 1945, pasando por una infinidad de situaciones similares a lo largo de su historia. El hilo conductor que las vincula, en términos de disposición colectiva a actuar de manera similar, no debe impedirnos registrar, sin embargo, que cada una de ellas respondió a circunstancias diversas y produjo consecuencias diferentes; el Cabildo Abierto inició el camino de la independencia, mientras que el 17 de Octubre gestó el «hecho maldito» para el poder establecido en el país. Analizar las circunstancias y sus posibles consecuencias de los ruidazos, considerando sus características y la reacción de las autoridades electas frente a ellos, es lo que haremos a continuación.

De hecho los ruidazos son una forma concreta de ejercer el derecho popular a decidir sobre el valor que deben tener las tarifas de servicios públicos de energía eléctrica, agua, gas y transporte. Frente a ello, las autoridades electas responden con un silencio total, como si ni siquiera existieran, acompañadas por el silenciamiento mediático que obtuvieron de la prensa dominante. Uno y otro hecho ponen de manifiesto la contradicción que presenta hoy la democracia llamada representativa: el pueblo elige mediante el voto una cantidad de funcionarios para que atiendan y resuelvan sus necesidades y aspiraciones, pero estos deciden hacer lo que ellos quieren y no se consideran obligados a hacer lo que el pueblo, a quien dicen representar, les requiere.

Es en el marco de este vaciamiento de representatividad que conduce a una democracia renga y cada vez más limitada, donde la intervención y el protagonismo popular directo en la toma de decisiones, tiene un significado y una proyección a futuro de alto impacto.

Porque implica empezar a poner en práctica un elemento esencial de una nueva forma de llevar adelante la democracia: aquella que, tirando al cesto de las cosas viejas el principio representativo según el cual “el pueblo no delibera ni gobierna, sino a través de sus representantes”, lo suplanta por el principio de la democracia participativa que establece:“el pueblo delibera y gobierna por los medios que hagan posible la expresión ordenada, congruente y permanente de su voluntad.

LO QUE CAMBIÓ CON CAMBIEMOS

La relación entre la elite argentina y el neoliberalismo no es simple, ya que ambas realidades tienen historias diferentes, aunque vinculadas. De hecho, cuando la oligarquía vacuna tradicional se transmutó en el “establishment” – lo que empezó a hacerse visible en el gobierno de Onganía y Krieger Vasena – comenzó un proceso de reestructuración de las relaciones entre la elite nativa y el poder mundial, cuyo último acto fue el triunfo de Cambiemos en las elecciones de 2015.

Tal como describimos en una nota anterior(1):Al influjo de las fuertes transformaciones internacionales posteriores a la terminación de la segunda guerra mundial – el debilitamiento definitivo de Inglaterra, el fortalecimiento de EEUU y la aparición de la URSS – la composición y perfil de la elite argentina se fue modificando. Los tradicionales latifundistas y exportadores completamente dependientes de Inglaterra, perdieron influencia relativa en beneficio de banqueros, accionistas y gerentes de empresas extranjeras y dueños de grandes empresas locales contratistas del Estado …(quienes)… se convirtieron paralelamente en representantes de organizaciones financieras internacionales, públicas y privadas, que fueron cobrando cada vez mayor relevancia en la dirección de la economía y del aparato de poder del país”. Dicho cambio hizo que el país agro exportador tradicional se fuera transformando en un país extractivo financiero, perfil que se va a acentuar más aún durante el gobierno de Videla y Martínez de Hoz, con el endeudamiento externo compulsivo».

Mientras esto sucedía en la Argentina, en los centros del mundo se verificaban algunos fenómenos nuevos. El más remoto, surgía en sus ámbitos académico ideológicos, hacia comienzos de la década del 50, con la aparición de las ideas de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek; dos pensadores que, oponiéndose al New Deal estadounidense y al Estado de Bienestar europeo, establecieron los fundamentos de las ideas neoliberales. Rápidamente las elites económicas mundiales advirtieron el beneficio que tales ideas les aparejarían y comenzaron a impulsar una profusa red inter atlántica de académicos, empresarios, periodistas y activistas, financiados para perfeccionar, promover y difundir el credo neoliberal; constituyendo una verdadera “internacional neoliberal”. El American Enterprise Institute, la Heritage Foundation, el Cato Institute, el Institute of Economic Affairs, el Centre for Policy Studies, el Adam Smith Institute, así como departamentos académicos en muchas universidades, entre otras la de Chicago con Milton Friedman a la cabeza, jugaron un importante papel en ests internacional neoliberal. Cuando, en la década del 70, la crisis económica sacudió las dos orillas del Atlántico norte y el keynesianismo se empezó a derrumbar, a la vez que el debilitamiento de la URSS tornó al comunismo menos peligroso, sus principios se terminaron de abrir paso en las ideas económicas dominantes.

Pero fueron los gobiernos coaligados de Margaret Thatcher (1979/90) y Ronald Reagan (1981/89) los que comenzaron la construcción política y real del mundo neoliberal. Lo hicieron con la reducción masiva de impuestos a los ricos, la destrucción del sindicalismo, la desregulación y la privatización, de los servicios públicos brindados por el Estado, entre otras medidas. A partir de ellos, las políticas neoliberales se impusieron en casi todo el mundo, con el apoyo manifiesto de organismos internacionales tales como el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, que ejercieron presión sobre todos los países del planeta, para que sean adoptadas.

Acompañando el desarrollo ideológico y la construcción política del neoliberalismo, se instaló en la sociedad mundial un conjunto de valores que infiltraron hasta los lugares más recónditos de los vínculos sociales y ecológicos, deteriorándolos severamente. Se estableció la necesidad de ser “ganadores” y la competencia como la característica fundamental de las relaciones sociales. Se convirtió a los miembros de la comunidad en meros consumidores y acumuladores de riquezas. Se consideró la desigualdad económica como una virtud, ya que supuestamente premiaba el mérito y castigaba la ineficacia. Se convenció a los ricos que eran ricos exclusivamente por méritos propios y se logró que los pobres se culpen de su fracaso por considerarlo el resultado de su incapacidad o desidia personal. Con la implantación del concepto de sociedad como simple conjunto de seres humanos “sueltos y en lucha unos contra otros” se envenenaron, profundamente, las relaciones sociales sobre la que se sustenta cualquier posibilidad de vida comunitaria armoniosa. Respecto a las relaciones del hombre con la naturaleza, considerada como un depósito de mercaderías, se planteó, como valor incuestionable, el avance científico técnico para “explotarla” más y mejor.

Sobre esta base política y sociocultural, con predominio corporativo, concentración y desigualdad económica crecientes, se desató aceleradamente la globalización financiera, el desarrollo rentístico o financierización de la economía mundial, el anonimato creciente de los dueños de las riquezas, la desfinanciación impositiva de los países y su endeudamiento coercitivo.

Este proceso neoliberal, en síntesis, significó aumentar sideralmente el poder de los más ricos, desequilibrando claramente la estructura de poder mundial a su favor. Tal desequilibrio se está traduciendo actualmente en nuevas formas de ejercer el poder, hasta ahora inéditas. El vaciamiento de la democracia, hasta convertirla en un simple sistema electoral manejado con las técnicas del marketing. La concentración y manipulación mediática masiva e intensiva, trocando la libertad de prensa en un motor creador de informaciones ficticias o decididamente falsas. El manejo planificado de las orientaciones en las redes, que está suplantando la experimentación personal directa de la realidad, por una mediación informática orientada a dirigir conductas por canales ajenos a dichas experiencias. La manipulación de los aparatos judiciales mediante acusaciones, juicios y condenas, destinadas a anular los poderes políticos adversos.

Estos fenómenos internacionales fueron incidiendo en nuestro país, haciendo que su élite se termine de actualizar en sus formas de acceder y ejercer el poder. Por eso decimos que el triunfo electoral de Cambiemos muestra que cambiaron dos cosas en el país: el postergado re acceso electoral de la oligarquía – hoy establishment – al poder político completo del Estado y la modificación en la forma de acceder y ejercer dicho poder; al complementar e integrar el poder político estatal habitual, con el accionar mediático, en las redes y en el aparato judicial. Todo orientado a destruir de raíz el modelo de país gestado laboriosamente por el pueblo argentino durante el siglo XX y a suplantarlo por otro, consistente en adecuar la forma de hacer crecer la renta del capital de unos pocos a las nuevas oportunidades mundiales.

Para superar estos dos cambios resultará indispensable encarar transformaciones muy profundas en lo económico, en lo social y en lo cultural, pero tales transformaciones solo pueden gestarse a partir de una modificación sustancial en el desarrollo y el ejercicio del poder popular. Ya no alcanza con partidos políticos y representantes electos que gobiernen sin el concurso y el control permanente del pueblo, ni con sindicatos organizados pero sin bases protagonistas, ni con convenios colectivos que signifiquen acuerdos sectoriales entre capital y trabajo. Hace falta construir una democracia participativa cuya consigna sea “el pueblo delibera y gobierna con sus representantes” en todos los ámbitos de la vida en común. Así como animarse a imaginar y darle forma a un modelo de sociedad y de país absolutamente distinto al que conocemos, a partir de recuperar nuestras raíces populares históricas y proyectarlas hacia un futuro donde pueda lograrse que el pueblo alcance la máxima felicidad posible.

  1. LOS DOS POLOS DE LA GRIETA SE TRANSFORMAN. 9 de Agosto de 2016