ESTRATEGIA PARA DESARROLLAR ABYA YALA

En la nota anteriori dijimos que podríamos superar nuestra indefinición sociocultural si afirmábamos y desarrollábamos el perfil propio que elaboramos en esta “Tierra en Florecimiento” Americana o Abya Yala. Un perfil caracterizado, dicho muy rápida y sintéticamente, por una conciencia humanista de hermandad universal, comportamiento pacifista, arraigo a la naturaleza como parte de ella, concepción comunitaria con búsqueda de justicia social y esparcimiento músico corporal de amplia diversidad y exuberancia. Esta configuración sociocultural no sólo es única y distinta a las del resto del mundo, sino que, en algunos de sus elementos claves, contradice valores centrales de la civilización capitalista moderna; de manera que afirmarla y desarrollarla, implica enfrentar dicha civilización y, eventualmente, iniciar el despliegue de una civilización diferente a aquella en la que vivimos. Lo cual, si de por si resulta muy difícil, lo es más aún cuando partimos de una situación altamente adversa.

Adversidad que proviene, fundamentalmente, del interés geopolítico sustancial que posee EEUU por incorporar los recursos, la población y la cultura de nuestro subcontinente, al sistema cuyas multinacionales concentradas dirigen. A lo que se suman dos hechos: estar conducidos muchos países, por élites tradicionalmente subordinadas a los poderes “occidentales” y estar estructurados como economías dependientes. La articulación de estos tres factores y la consiguiente trama de intereses que conforman, constituye un formidable obstáculo al desenvolvimiento del propio perfil. De manera que para avanzar en nuestra afirmación y desarrollo como Abya Yala, debemos realizar un esfuerzo especial y muy decidido por superarlo. Pero, con mayor afán aún, debemos poner un empeño singular por aprovechar al máximo las ventajas y oportunidades de que disponemos para desplegar y consolidar nuestra original configuración sociocultural.

¿Cuales son esas ventajas y oportunidades?

Una ventaja que pocas veces es considerada como tal y que sin embargo resulta determinante, es la corta edad que tenemos como conjunto social, en comparación con las otras sociedades del mundo; nos estamos refiriendo a los escasos quinientos años durante los cuales las diversas poblaciones nativas, europeas y africanas, convivieron juntas conformando una única sociedad. Dicha juventud, en efecto, nos impulsa, casi obligatoriamente, a buscar, clarificar y asentar la propia identidad, como sucede con todo joven; porque si bien no es directamente comparable una persona joven con una sociedad joven, en lo que se refiere a la necesidad de asumir una identidad propia, original y diferenciada de otras personas o sociedades, son similares. Sobre todo cuando hablamos de una identidad social completamente nueva, generada por la convivencia creativa de poblaciones muy diferentes.

Otro aspecto favorable que poseemos es, justamente, el mestizaje de nuestra población, con la inicial variedad de maneras de pensar, sentir y actuar, que tal mestizaje implica. Esta condición posibilita y, más aún, promueve, la consideración de muy distintos puntos de vista, actitudes, valores, instituciones, formas de plantarse y actuar en el mundo, etc.; lo que, en términos de creación cultural, resulta ampliamente potenciador. No sólo porque nos proveyó de una base amplia y diversa para definir lo que somos, sino también porque nos impelió a crear y consolidar el producto sociocultural de dicho mestizaje; es decir, lo que finalmente nos hizo ser lo que somos.

Un atributo ventajoso más a tener en cuenta, y no menor, fue la gestación de fuertes movimientos populares, sobre todo a partir de mitad del siglo XX. Corrientes político sociales que plantearon públicamente los temas de identidad, justicia y soberanía, hasta entonces ignorados. A pesar de las idas y venidas de estos movimientos, de sus éxitos y fracasos, de sus ampliaciones y achicamientos, lo cierto es que establecieron y profundizaron una conciencia política, social y nacional, previamente anulada por las dirigencias anteriores. Tal conciencia no sólo no ha dejado de crecer desde entonces, sino que se ha ampliado hacia un sentido de identidad subcontinental, hoy sólidamente arraigado en la mayor parte de la población de Abya Yala.

En cuanto a las oportunidades, quizás la primordial sea actualmente la existencia de bloques de poder mundial autónomos del “occidental”, en rápida consolidación. Lo que abre una gama de potenciales relaciones internacionales para nuestro subcontinente, hasta hace poco inexistentes. Relaciones de orden económico y cultural, así como también de orden geopolítico a nivel planetario. Nos referimos tanto a Rusia, China e India, como a bloques territoriales tales como los países árabes del golfo o los del sudeste asiático, así como a asociaciones funcionales autónomas entre naciones, como el BRICS (organización de carácter económico internacional, formada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

El análisis de los obstáculos, ventajas y oportunidades señalados, nos lleva a la siguiente conclusión: la estrategia para desarrollar Abya Yala debe apoyarse en el fortalecimiento y consolidación de lo propio para, sólo desde y a partir de dicha fortaleza, enfrentar el obstáculo constituido por la trama de intereses arriba mencionada. Lo que significa adoptar una estrategia general que gire en torno a afirmar y consolidar lo nuestro, en lugar de concentrarse en atacar al enemigo. Lo que no quiere decir que primero haya que hacer una cosa y luego la otra, sino que la prioridad debe ser siempre el fortalecimiento de lo propio, en lugar de la destrucción o debilitamiento de lo ajeno. Esto es así por nuestro carácter de entidad social joven y en formación, que requiere consolidar áreas o aspectos propios en los que asentarse, para poder, desde allí, atacar adecuadamente al rival que pretenda impedir su desenvolvimiento. En sociedades milenarias y sólidamente formadas, por el contrario, predomina una estrategia “anti enemigo” para defender lo propio, dado que eso propio se encuentra plena y sólidamente establecido. En nuestro caso, adoptar una estrategia centralmente “anti enemigo”, solo nos llevaría a decidir nuestros caminos a partir de la oposición al contrincante, es decir, a definir lo que debemos hacer, desde lo que él hace y es; ampliando así el peso de lo ajeno y la debilidad de lo propio, en nuestra configuración sociocultural. Mientras que con una estrategia afirmativa ponemos en juego todo el potencial de nuestra joven identidad, a la vez que desplegamos y consolidamos lo avanzado en distintas áreas, fortificando la base desde la cual enfrentamos y buscamos superar la trama de intereses que constituye el obstáculo principal para desarrollar Abya Yala.

De manera que el avance, por ejemplo, en dos de los cinco caminos para desarrollar Abya Yala que expusimos en notas anterioresii – vincular los centros de pensamiento autóctono y unificarnos político institucionalmente – deben desenvolverse siguiendo esta priorización estratégica. Lo que quiere decir, en el primer caso, que en lugar de concentrarnos en oponernos a una manera de pensar “occidental” sobre determinado aspecto de la realidad, debemos darle prioridad a crear una forma de pensar propia y consensuada sobre dicho aspecto. Para poder realizar el cuestionamiento del pensamiento ajeno desde un entendimiento autóctono sólido, sobre esa porción de la realidad. De la misma forma, en lugar de buscar debilitar una organización institucional interamericana fuertemente influenciada por EEUU, como la OEA, debemos activar, reforzar y consolidar nuestras propias organizaciones institucionales, como el UNASUR o el MERCOSUR. De hecho, por poner un caso histórico memorable, sólo la unión de Argentina, Brasil y Venezuela en torno al proyecto de formar una organización económico social subcontinental – a través del acuerdo de sus presidentes Kirchner, Lula y Chavez – pudo impedir el inicio inmediato y avasallador del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que Busch quería imponernos en la IV Cumbre de las Américas del año 2005.

La elaboración y concreción de esta estrategia afirmativa, en cada uno de los cinco caminos explicitados en las notas referidas a cómo desarrollar Abya Yala, es lo que permitirá su maduración, su constitución como un bloque de poder mundial y la gestación de una nueva civilización a partir de nuestras convicciones, creencias y valores.

Lic. Carlos A. Wilkinson

iCarlos Wilkinson “SUPERAR NUESTRA INDEFINICIÓN” Diciembre 2022 https://wordpress.com/post/chevosquiensos.wordpress.com/660

iiCarlos Wilkinson “COMO DESARROLLAR ABYA YALA I, II y III” Julio y Agosto 2022 https://wordpress.com/post/chevosquiensos.wordpress.com/660

SUPERAR NUESTRA INDEFINICIÓN

La ambivalencia de nuestras posturas ante los dos modelos mundiales en pugna, que mencionáramos en la nota anteriori, se funda en la indefinición sociocultural. Es decir, en la ausencia de un perfil propio, aceptado y unívoco, en la manera colectiva de ser que tenemos, como conjunto humano subcontinental. Esta indefinición, sin embargo, no es el producto de una falla genética colectiva; obedece a causas sociológicas específicas. Veamos esto con más detalles.

Los factores que determinaron la existencia de dicha indefinición sociocultural son principalmente cuatro. La existencia de pueblos originarios numerosos, culturalmente sólidos y extendidos por todo el territorio subcontinental, es el primero de estos factores. La débil cultura “mercantil salvacionista”ii de los países ibéricos conquistadores, que no tuvo la coherencia ni la solidez de la posterior civilización capitalista moderna, es el segundo factor importante. La coexistencia obligada de tres cuantiosas poblaciones culturalmente muy diferentes – la originaria, la ibérico europea y la africana – puede considerarse el tercer factor causal de la indefinición sociocultural. Y, por último, el poco tiempo de vida colectiva en común, en comparación con otras poblaciones del planeta, que multiplican por decenas o centenas nuestros escasos quinientos años. Hay, sin embargo, una quinta causa, que encuadra y enmarca las cuatro anteriores. Consiste en que, a lo largo de estos cinco siglos, la élite dominante se consideró parte de la “civilizada” Europa y opuesta a las “barbaries” nativas, a la vez que estructuró sus países como dependientes económica, política y culturalmente del viejo continente. Dichas élites se constituyeron así, en un obstáculo permanente al desarrollo y consolidación de un perfil sociocultural propio.

A pesar de todo, las cinco centurias de convivencia colectiva en esta tierra común, no pasaron en vano en términos de construir una configuración sociocultural característica, así como una conciencia de pertenencia a la misma realidad geopolítica. De hecho, los crecientes y múltiples vínculos de cercanía territorial, sociales, económicos, laborales, comerciales, políticos y hasta familiares, entre los miembros de las tres diferentes poblaciones convivientes, generaron una amalgama de formas de pensar, sentir y actuar, que fueron la base de una formación social y cultural similar, distinta a todas las otras del planeta. El desenvolvimiento de esta vida en común a lo largo de los años fue generando, además, múltiples experiencias colectivas compartidas, que crearon una identidad popular común. De manera tal que, en contraposición a los cinco factores arriba señalados, estas vinculaciones y experiencias colectivas, fueron configurando un perfil sociocultural propio. Perfil que se encuentra, a la vez, tan sólidamente establecido en nuestra sociedad subcontinental, como poco identificado, explicitado, definido y aceptado públicamente.

Algunos rasgos del mismo, son los que detallamos a continuación. Tener un claro sentido de la hermandad humana universal a la vez que profesar un sólido humanismo, es uno de ellos; proveniente tanto de la experiencia propia de convivencia entre pueblos muy diversos a lo largo de los años, cuanto de principios heredados del catolicismo ibérico y de algunas culturas originarias, como la guaraní y la quechua. Asignar una importancia principal y prioritaria a la vida en paz, tanto la particular como la internacional, es otro; de hecho, desde las independencias nacionales, casi no se registraron guerras entre países de la región y las que hubo – como la de la triple alianza contra Paraguay o la del Chaco boliviano paraguayo – fueron promovidas por fuertes intereses externos, mas que por conflictos propios. Un tercer rasgo, heredado de todas las culturas originarias, es una arraigada conciencia de vinculación con la naturaleza y, más aún, la certeza de formar parte de ella; si bien esta creencia no está hoy generalizados masivamente, sí se encuentra en rápido y vigoroso crecimiento ante el grave deterioro ambiental, pero al estar fundada en hondas raíces ancestrales, adquiere un carácter particular. Con el mismo origen, aunque reforzado por algunas tradiciones africanas e ibéricas y europeas, el sentido de pertenencia ineludible a una comunidad por parte de las personas individuales, es otra característica de nuestro perfil sociocultural; convicción que fue claramente expresada por todos los movimientos populares de estas tierras, en tanto los ingentes esfuerzos para imponer una cultura individualista, no lograron eliminar esta conciencia comunitaria. Más aún, han potenciado las aspiraciones de construir comunidades mejor organizadas y más justas, en las que el protagonismo popular haga que, por ejemplo, la economía esté al servicio del bienestar social colectivo, en lugar de orientarse exclusivamente al beneficio individual. Destacando algunos otros rasgos, no exclusivos de nuestro perfil pero sí intrínsecos de nuestra manera de ser, podemos mencionar una íntima armonía corpóreo-musical, expresada, entre otras cosas, en los múltiples y variadísimos bailes, ritmos y canciones que creamos y ejecutamos en estas tierras.

De manera que, sobre la base de estos y otros rasgos que nos dan un perfil propio, estamos claramente en condiciones de superar nuestra indefinición sociocultural. Para lograrlo hace falta ampliar y consolidar la conciencia colectiva sobre nuestra identidad común y definir con claridad las características básicas de dicha identidad sociocultural. En concreto, la ampliación e intensificación de vínculos entre los centros de pensamiento autónomo de nuestros países, con el fin de definir mejor y difundir más ampliamente nuestro particular perfil sociocultural, es uno de los dos caminos claves que debemos seguir para superar la indefinición que nos aqueja. El desarrollo de la unidad político institucional entre los países que conformamos Abya Yala, con el consiguiente fortalecimiento de la conciencia y la determinación colectiva, es el otro. Avanzar en ambos caminos supone, claro está, una transformación interna importante: incrementar el poder social de los sectores y clases hasta hoy dejados de lado y discriminados por las élites tradicionales. Modificando sustancialmente, de esa forma, el horizonte dirigencial de nuestros países. Tales procesos de cambio nos posibilitarán, no sólo constituir un bloque de poder mundial independiente de los existentes, sino también impulsar un desarrollo civilizatorio capaz de superar la civilización capitalista moderna. Ciertamente, este camino implica sobreponerse a muchos y sólidos obstáculos, así como aprovechar varias e interesantes oportunidades. De estos temas nos ocuparemos en las próximas notas.

Lic. Carlos A. Wilkinson

i Carlos Wilkinson NUESTRA CULTURA FRENTE AL MUNDO POR VENIR https://chevosquiensos.wordpress.com Noviembre 2022

ii Darcy Ribeiro “Las Américas y la Civilización” Centro Editor de América Latina