SUBORDINAR LA ECONOMÍA Y EL CAPITAL

Desde hace varias notas atrás venimos planteando la necesidad de superar la agonía de la civilización moderna y generar la civilización del CUIDAR…NOS. Expusimos algunas de las características que esta nueva forma colectiva de vivir, debería tener; desde nuestra vinculación con la naturaleza y con la comunidad humana de las que formamos parte, hasta la desconcentración del poder, pasando por la transformación del Estado. Entre estas características, no puede estar ausente el lugar qué debe ocupar la economía.

Si entendemos la economía como el conjunto de formas de producción, distribución y consumo de bienes y servicios que realiza una sociedad para satisfacer las necesidades de sus miembros, está claro que juega un papel básico en el sostenimiento de la misma. También resulta obvio que condiciona la manera en que esa sociedad estructura su poder y que influye en su funcionamiento. Sin embargo, la intensidad y extensión con que influye, varía sustancialmente según sea el tipo de comunidad de la que hablemos. No es lo mismo la magnitud ni el tipo de influencia que la economía tiene en una sociedad de cazadores, que la que tiene en una comunidad agrícola, en una sociedad industrial, o en un imperio mercantil. Tampoco su influencia es la misma en una cultura naturalista concentrada en adecuarse a las modalidades y ciclos de la naturaleza, que en una salvacionista orientada a asegurar la salvación eterna de las almas, que en una capitalista encaminada a incrementar la rentabilidad del capital. Esto es así porque cada cultura, de acuerdo con su visión del mundo, principios y valores, asigna un lugar particular a las distintas actividades de la comunidad, entre ellas las económicas.

La creencia de que todos los aspectos de una sociedad están determinados por las variables económicas, es una idea propia y esencial de la cultura moderna; liberalismo y marxismo dogmático incluidos. Pero en realidad, la economía determina de manera definitoria y enteramente las características de la sociedad, solo en las sociedades encuadradas en dicha civilización; no en otras. Porque en ellas, justamente, todo el funcionamiento colectivo está organizado en función del crecimiento del capital y su rentabilidad, producido por la actividad económica y financiera. Se estructuran de acuerdo con el principio según el cual el bienestar del conjunto social, depende del crecimiento económico y éste del incremento del capital (1). Dicho de otra forma, se constituyen prácticamente sobre la convicción de que sin aumento del interés del capital, no puede haber crecimiento de la economía y sin dicho crecimiento, no puede existir bienestar de la sociedad. De manera que tanto la política, como la cultura, como la educación, como cualquier otra actividad social, o apoya y promueve el beneficio del capital y el crecimiento de la economía, o se descarta. Esta subordinación de la sociedad al capital, es lo que la nueva civilización debe dar vuelta.

Para la civilización del CUIDAR…NOS, en efecto, el capital debe subordinarse a un desenvolvimiento económico que asegure el bienestar social y la integración armónica de la comunidad en si misma y con la naturaleza. Es decir, el capital y la economía deben ponerse al servicio de la sociedad; no al revés, como sucede actualmente. Lo que significa que toda inversión debe orientarse a actividades económicas que se orienten a sanear las relaciones de los seres humanos con el medio ambiente natural y entre sí, a la vez que consoliden la alimentación, la vivienda, el trabajo, la educación y la recreación, del conjunto de los miembros de la comunidad.

Se puede pensar que esto es una utopía, lo cual no llama la atención teniendo en cuenta la arraigada creencia moderna expuesta en los párrafos anteriores, pero no es así. Este proceso de cambio tanto mental como práctico, ya ha comenzado a avanzar. La Economía Social Solidaria (ESS) viene creciendo sistemáticamente en la realidad económica mundial desde mediados del siglo pasado y, para impulsarla aún más, se ha creado la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social Solidaria (RIPESS). Red que en su Declaración de Lima en 1997 dice: “La economía solidaria se basa en la cooperación, el compartir y la acción colectiva. Colocando a las personas en el centro del desarrollo económico y social”.

El hecho de que nada menos que la Iglesia Católica, con el Papa Francisco a la cabeza, esté planteando la necesidad de una “conversión ecológica global” sin la cual, la humanidad se encamina hacia el suicidio y llamando a crear una Nueva Economía Global, no es un dato despreciable. Más aún teniendo en cuenta que están trabajando en conjunto con Joseph Stiglitz y su colega Robert Johnson – quien dirige el Instituto de Nuevo Pensamiento Económico – afirmando que “la mano invisible del mercado no existe” y que “el capitalismo de los accionistas no funciona para la sociedad”. E insistiendo con la idea de una “economía circular” como camino para cambiar el modelo de crecimiento y los patrones de consumo de una “cultura de descarte”, que está estrechamente vinculada a la degradación de la naturaleza.

Por otro lado, a nivel agrario, la cantidad de comunidades campesinas agroecológicas, sean autosuficientes o no, y aquellas que rescatan y actualizan viejas pautas de producción e intercambio comunitario indígena, también vienen creciendo y expandiéndose por el planeta, durante los últimos años.

Ninguna de estas y otras experiencias y orientaciones económicas similares, terminan de plantear en toda su amplitud y profundidad, la nueva visión de la economía de la civilización del CUIDAR…NOS. Pero son avances que divergen claramente de las pautas civilizatorias modernas respecto a la sociedad y la economía, planteando elementos que, más temprano que tarde, formarán parte de esta nueva visión y estructura económica que necesita imperiosamente el planeta.

Lic. Carlos A. Wilkinson

(1) Ver RENTABILIDAD, ECONOMÍA Y BIENESTAR SOCIAL https://chevosquiensos.wordpress.com/2019/06/10/rentabilidad-economia-y-bienestar-social/

GENERAR Y DESCONCENTRAR EL PODER

Decíamos en la nota anterior (1) que para transformar el Estado, había que generar y fortalecer Organizaciones Libres del Pueblo, por un lado y lograr que intervengan en las decisiones políticas, por el otro. Pero ambas acciones implican y, de hecho, constituyen, un cambio en la estructura de poder de la sociedad; porque significan un modificación de los núcleos con poder y de los ámbitos en que éste se ejerce.

Para aclarar el significado de ese cambio, conviene empezar por decir que el poder es la capacidad de lograr que otros hagan, lo que el sujeto de dicho poder quiere que hagan. La vinculación entre ese sujeto y los otros, constituye una relación de poder y toda sociedad contiene una tupida red de estas relaciones, que se entrecruzan hasta conformar una compleja estructura de poder. En dicha estructura existe, normalmente, un conjunto de grupos o núcleos sociales que tienen mayor poder y otros menos o ninguno. Cuando la cantidad de núcleos con mucho poder es reducida y la de quienes tienen poco o ningún poder muy amplia, hablamos de una estructura de poder concentrada; cuando el poder está distribuido entre muchos grupos o núcleos sociales, decimos que la estructura de poder es desconcentrada.

Ahora bien, las formas en que se obtiene que otros hagan lo que un sujeto quiere, varían desde la simple influencia, hasta la más completa dominación. Pero siempre, el poder contiene los dos elementos: el convencimiento y la coacción. Aunque la proporción en que se combinan, varíe desde el máximo convencimiento con la mínima coacción, hasta la máxima coacción con la mínima convicción. La cantidad y calidad de los medios de que dispone cada grupo social para influir y convencer, así como para dominar y coaccionar, resultan decisivos para determinar el grado de concentración o desconcentración de una estructura de poder. Estos medios incluyen componentes tan diversos como una creencia cultural establecida, disponer de armas, contar con experiencias históricas de fuerte impacto, disponer de jueces adictos, tener legitimidad formal o informal, poseer medios de información pública masiva, tener derechos que avalen su ejercicio, detentar recursos económicos significativos, contar con elencos de personal especializado para ciertas acciones y muchos más.

La estructura de poder en nuestros países latinoamericanos, se compone, por lo general, de una pequeña cantidad de grupos de poder concentrado – técnicamente calificados como oligarquías – y una gran cantidad de conjuntos y núcleos sociales con poco o ningún poder, al que genéricamente se lo denomina pueblo. La contradicción entre estos componentes es profunda y existe con un perfil similar, aunque no igual al actual, desde los tiempos de la conquista ibérica; su resultado mas visible, es ser el continente con mayor desigualdad social del mundo.

En general el poder oligárquico dispone de muchos medios y usa tanto la coacción como el convencimiento, ambas potentemente, a fin de ejercer y ampliar su dominio sobre el resto de la sociedad. Para lograrlo cuenta a su favor, por un lado, con una desvalorización de lo propio y una valoración exagerada de lo externo culturalmente establecida y, por otro lado, dispone de estrechos vínculos con negocios concentrados externos, que la convierte en intermediaria del circuito económico entre nuestro país y los países ricos. Al contar con un poder propio tan fuerte, si bien utiliza los poderes formales del Estado, como las fuerzas armadas, los partidos políticos, los juzgados y los organismos estatales, sus decisiones centrales suelen tomarse fuera de dichos ámbitos; en entornos sociales “naturales”, a la vez que restringidos e informales, desde donde bajan mandatos ocultos hacia aquellos.

El poder popular por el contrario, para desarrollarse y consolidarse, necesita organizarse, o sea acordar aspiraciones, objetivos y acciones comunes, mediante estructuras hasta entonces inexistentes. Asimismo, para tener injerencia directa en las decisiones, deben gestar procederes, formales y legítimos, cuya actuación sea aceptada por el conjunto; lo que fuerza a los otros sectores a sumarse a dichos procedimientos. Por ejemplo, cuando los sindicatos se legalizaron y se establecieron los convenios colectivos de trabajo, los empresarios se vieron obligados a organizarse formalmente en cámaras, para intervenir en la decisiones laborales.

De manera que el fortalecimiento e intervención de las organizaciones libres del pueblo en las decisiones políticas, implica un cambio profundo en la estructura de poder. Un cambio consistente en el incremento del poder popular a través de la generación de nuevas y múltiples organizaciones libres que expresen sus intereses. Pero también en la formalización de la participación no solo de ellas, sino de todos los grupos sociales, en la elaboración de las distintas decisiones políticas que toma el Estado.

Este cambio implica no solo la generación de poderes nuevos y, consecuentemente, la desconcentración del poder de la sociedad, sino que, paralelamente, debilita el poder oligárquico, al imponerle formalizar su participación en las decisiones públicas. Se la obliga así, a sacar a la luz sus intereses y mandatos ocultos, lo cual representa una pérdida del poder hasta ahora detentado por ella.

Lic. Carlos A. Wilkinson

(1) COMO TRANSFORMAR EL ESTADO https://chevosquiensos.wordpress.com/2021/02/28/como-transformar-el-estado/