APORTES A UNA NUEVA CIVILIZACIÓN IV (1)

Un último aspecto que en la nota “HACIA UNA NUEVA CIVILIZACIÓN II”, considerábamos imprescindible para gestar el núcleo de una nueva civilización, era el de las convicciones, preocupaciones, vivencias y expectativas de nuestra juventud, respecto al presente y al futuro. Describamos y analicemos de qué se tratan.

La primera convicción que tiene gran parte de la juventud hoy en día, es que no nos encaminamos hacia un planeta y una sociedad mejor, como la idea del “Progreso Indefinido” había hecho creer a las generaciones anteriores. Todo lo contrario.

Tienen el convencimiento de que nos encaminamos hacia un planeta cada vez más contaminado, con una disminución constante de especies tanto vegetales como animales, incendios de bosques, deshielos de los polos, etc. y sujeto a un cambio climático auto inducido, que nos lleva hacia una catástrofe natural de proporciones desconocidas e incalculables. Más aún, tienen la conciencia de que los gobiernos están actuando poco al respecto y que estamos yendo a contrarreloj para frenar este proceso o, incluso, que ya vamos atrasados para encarar los cambios necesarios.

Una certeza parecida, aunque no tan intensa, extensa y segura, tienen respecto al crecimiento de la desigualdad social, el hambre, la pobreza y la violencia, en especial la de género. Tampoco registran, al respecto, un accionar decidido por parte de los centros de poder.

Dicho sintéticamente, se ven inmiscuidos en un proceso de deterioro constante y continuo de las condiciones naturales y sociales en que están viviendo y van a vivir. Resulta muy importante comprender en toda su magnitud lo que significa este profundo cambio de perspectiva de futuro, respecto a la que tenían sus mayores. Porque – como sucede con todas las creencias colectivas culturalmente arraigadas – aunque no somos habitualmente del todo conscientes de ellas, constituyen el marco dentro del cual pensamos, sentimos, decidimos y actuamos casi sin darnos cuenta de su influencia. De manera que no uno, sino todos los aspectos de nuestra vida, quedan condicionados e influidos por los dogmas y presunciones que la cultura nos transmite.

De hecho, por poner solo un ejemplo, las generaciones anteriores podían tener muchas dificultades y problemas en sus vidas, tanto personales como colectivas, pero como también tenían la absoluta certidumbre de que existía una fuerza que los llevaba inexorablemente hacia un futuro mejor, contaban con un punto de apoyo positivo, desde el cual posicionarse psicológicamente para enfrentar y resolver dichas dificultades y problemas.

Nuestra juventud actual, al carecer de esa convicción sobre un futuro mejor, se ve sujeta a una profunda y total incertidumbre sobre el porvenir, desarrollando un sentimiento de inseguridad que envuelve y penetra completamente sus vidas, tanto individuales como de conjunto. Concretamente no saben si podrán obtener un trabajo, ni cual va a ser la oferta laboral que existirá dentro de unos años, ni si sus actuales conocimientos les serán útiles, ni mucho menos si los ingresos producidos por ellos les permitirán independizarse o cómo será dicha independencia, o si no se verán sujetos a algún tipo de violencia de género o institucional o simplemente social; y aunque esos aspectos de sus vidas individuales se resolviesen, no tienen tampoco la seguridad de poder disfrutarlos en un contexto planetario cada vez más contaminado, alterado climáticamente y, previsiblemente, sin agua potable ni comida suficiente. Si a esta incertidumbre le sumamos la convicción de encaminarse a un futuro peor, puede transformarse fácilmente en un actitud pesimista respecto a la vida y la existencia en general, con sus inimaginables consecuencias.

Sin embargo, esa misma creencia de estar encaminándose hacia un descalabro natural y social, combinada con la de tener al alcance de la mano todo el conocimiento gracias a internet y la posibilidad de conectarse con incontables iguales, les genera una sensación muy fuerte de unidad con los otros jóvenes de todo el mundo. Configuran de esa manera una identidad generacional, claramente diferenciada de la de las generaciones anteriores; se sienten distintos y, hasta cierto punto, con mayores posibilidades de cambiar las cosas.

Ante esta situación, si bien un porcentaje menor se inclina hacia el nihilismo, existe un grupo mayoritario que, preocupado por como va a estar el planeta y la sociedad en el futuro, intenta modificar lo que consideran que los conduce por ese camino, incluyendo sus propios hábitos cotidianos y sus formas de pensar y sentir. En esta línea, la eliminación de los prejuicios y estereotipos así como la gestación o activación de movimientos políticos, culturales o sociales novedosos – desde el limitado vegansimo hasta el expandido feminismo – se constituyen como una característica importante de la juventud actual. Sobre todo porque van tomando acciones directas de múltiples y diversos tipos, para llevar adelante transformaciones que consideran fundamentales.

También existe otro conjunto de jóvenes, aunque minoritario, que reacciona ante esta poco atractiva perspectiva futura, negándola y aceptando como única realidad, lo que cada uno puede hacer exclusivamente por y para si mismo. Este grupo adopta los postulados individualistas y supuestamente meritocráticos de la civilización moderna, pero exacerbándolos, es decir, llevándolos a su máxima expresión; a tal punto que no piensan en ninguna posibilidad de salidas colectivas. Aunque postulan un capitalismo extremista, con liberación total de las fuerzas del capital, sin impuestos ni ningún tipo gasto público, lo cual, obviamente, no puede ser sino una construcción colectiva, … y con mucho poder detrás.

Ciertamente la elaboración de un nuevo núcleo civilizatorio va a tener que generar esperanzas ciertas de cambio, que atraigan a la juventud. Deberá, además, incorporar, integrar y darle carácter de concreción práctica, a las diversas propuestas de cambio que están elaborando los diferentes grupos juveniles mayoritarios. Esto implica, naturalmente, pensar, valorar y comenzar a crear, querer y desear un mundo radicalmente diferente al actual; con múltiples formas de vida originales, diversas y actualmente, ni imaginadas, ni imaginables. Pero también deberá plantear una manera inédita de vincular la satisfacción y valoración del accionar meritorio individual, con el goce y disfrute del aporte que dicho accionar genera a los colectivos de pertenencia.

En las próximas notas intentaremos empezar a bosquejar los parámetros centrales y fundantes del núcleo significativo lógico-emocional de esta nueva civilización, emergente de nuestro subcontinente y sólidamente enraizada en él.

Lic. Carlos A. Wilkinson

(1) Agradezco a mis nietos, nietas y sus amistades las colaboraciones que me aportaron para concretar esta nota.