PERFIL DEL OTRO MUNDO POSIBLE

Desde hace tiempo se viene afirmando que “otro mundo es posible”, como rechazo a la creencia de que su actual configuración, es la única viable. Lo que no se explica es cómo sería ese otro mundo posible. Si bien se han planteado ideas muy interesantes y bien fundadas sobre diversos aspectos que debería tener ese mundo futuro, mejor que el actual, es difícil encontrar una síntesis que los integre y exponga claramente. Comenzar humildemente a caminar en esa dirección, es lo que se pretende con esta nota, apoyándose en varias de las notas anteriores de este blog.

En realidad, cuando hablamos de “mundo”, nos estamos refiriendo a una civilización; es decir, a una sociedad que tiene una manera particular de concebir el mundo, de sobrevivir en él y de organizarse internamente, asentándose en valores compartidos. Toda civilización posee un núcleo lógico-emocional significativo, que define lo esencial de su manera de sentir, concebir y actuar en el mundo, dándole un sentido determinado a la vida colectiva. También posee una organización política, económica, social y cognitiva, que le da forma concreta y práctica a dicho núcleo significativo, al mismo tiempo que lo redefine a través de instituciones y modalidades de acción específicas. De manera que así como, por ejemplo, la civilización moderna tiene su núcleo de sentido centrado en el PROGRESO y está organizada como una sociedad democrático republicana, capitalista, de clases y científico tecnológica, la descripción de ese nuevo mundo posible, debe incluir también ambos componentes: el núcleo significativo y la arquitectura organizativa institucional.

El núcleo lógico y emocionalmente significativo de ese “otro mundo posible”, es la convicción fuertemente arraigada de que debemos CUIDAR…NOS, protegiendo y apoyando el desenvolvimiento y el fortalecimiento de la naturaleza, a la que hemos venido deteriorando profundamente, sobre todo en los últimos decenios. Este nuevo sentido colectivo de la vida, se cimienta sobre una conciencia de doble pertenencia: la de conformar una comunidad humana, a la que pertenecemos querrámsolo o no, y la de que esa comunidad forma parte de otra: la naturaleza viva, diversa, múltiple y no poco misteriosa, que la incluye e integra. Solo sobre la base de esta doble conciencia es posible construir ese otro mundo posible. Ciertamente, ese nuevo sentido de la vida requiere senti-pensarnos a nosotros mismos como una conjunción de mutuo apoyo, entre emoción y razón, en lugar de concebirnos como seres casi exclusivamente racionales, calculadores y utilitarios; porque el vínculo emocional con el medio en que vivimos, resulta esencial al nuevo sentido que le damos a nuestro estar en el mundo.

Ahora bien, para que el núcleo lógico-emocional significativo de esta nueva civilización avance en su materialización y tome cuerpo en una sociedad con una manera de ser particular, diferente a la actual, debe transformar sustancialmente la estructura organizativa e institucional hoy vigente.

Indudablemente uno de los aspectos centrales a modificar, es la estructura de poder real y formal actualmente establecida. Se debe pasar de una estructura de poder altamente concentrada, a una muy desconcentrada, en la cual existan infinidad de organizaciones populares con poder propio y participación en la elaboración y control de las políticas y decisiones públicas. Es decir, transitar desde un Estado democrático representativo fundado en el voto individual pero manipulado por poderosas élites cada vez más concentradas, a uno democrático participativo, fundado en el protagonismo de las organizaciones populares y sus integrantes individuales, en la construcción de lo común. Este cambio resulta absolutamente fundamental, ya que todas la otras transformaciones requieren, en última instancia, decisiones en dirección divergente con las tomadas por los actuales núcleos de poder dominantes; que están fuertemente imbricados en la estructura político institucional imperante.

Otro aspecto primordial a transformar es el funcionamiento económico. En lugar de que el accionar económico se oriente a poner la naturaleza al servicio del hombre, éste debe desarrollar una economía puesta al servicio del cuidado, desenvolvimiento y fortalecimiento de la naturaleza. Esta mutación implica hacer funcionar una economía integrada, acoplada y subordinada al modelo de producción y consumo de la naturaleza. Un modelo auto absorbente, es decir, que no genera desechos; armonizador, o sea que complementa los elementos diferentes que lo componen, en lugar de enfrentarlos hasta que uno destruya al otro; y equilibrante, lo que significa que mediante múltiples compensaciones y contrapesos, adquiere una fuerte estabilidad y continuidad. En dicha “economía natural”, la especie humana se incorporará y adaptará a los principios que rigen el desenvolvimiento de la naturaleza en su conjunto, a la vez que aportará a ella, lo que sus cualidades y capacidades especiales le habilitan a generar, para apoyar dicho desenvolvimiento. Se materializará en una infinita cantidad de unidades económicas desconcentradas, incorporadas a cada uno de los polifacéticos y heterogéneos ciclos transformadores que la naturaleza desenvuelve en los diversos territorios y ámbitos del planeta; respetándolos, acompañándolos, aportándoles lo suyo y extrayendo de ellos lo necesario para la existencia humana. Esta “economía natural” en tanto conjunto articulado de sistemas productivos y distributivos acoplados y subordinados a la naturaleza, asegurará la existencia humana, pero fortaleciendo la existencia de la naturaleza de la que forma parte, en lugar de destruirla; como un componente productivo emocional, racional y voluntariamente consciente, de ella.

Otro factor que, en general, es poco considerado en el análisis de las civilizaciones, pero que tiene, a mi juicio, una importancia central para entenderlas, es el tipo de conocimientos que produce y del que se nutre. Porque tanto su forma de concebirse a si misma y al mundo que la rodea, como el marco en el que planifica y ejecuta su accionar, dependen marcadamente del tipo de conocimientos en que se asientan. No se constituye y actúa por igual una sociedad cuya fuente y tipo de conocimiento es la experiencia vital de sus ancestros, habitualmente expresadas en leyendas y mitos, que otra fundada en revelaciones divinas traducidas en dogmas, principios y normas morales, que otra fundada en desarrollos filosófico-políticos transpuestos a códigos legales, que otra fundada en descripciones mas o menos exactas de la realidad fundadas en datos cuantificables, hipótesis y teorías, traducidos en propuestas utilitarias. En este aspecto, el conocimiento científico tecnológico, supuestamente neutro afectivamente, aunque utilitariamente orientado, que sustenta la sociedad actual, debe ser superado por la nueva civilización. Transformándose en un senti-conocimieno que fusione las observaciones, los datos, los cálculos y las hipótesis, con la admiración y el respeto de la naturaleza. De manera que el resultado sea un pensamiento emocionalmente comprometido en la involucración y co-operación con ella, en lugar de en su utilización.

Por último la distribución territorial y social de la población, debe dejar de estar concentrada en inmensas megalópolis crecientemente desiguales, para convertirse en una extensa distribución de pequeñas y medianas unidades urbanas, socialmente igualitarias y comunitariamente estructuradas, repartidas por todas las geografías del territorio planetario.

De manera que, sintéticamente expresado, el perfil de ese “otro mundo posible” estaría definido por:

1- la democracia participativa fundada en una amplia desconcentración del poder, con predominio del popder popular organizado,

2- la economía natural acoplada y subordinada a los múltiples ciclos transformadores de la naturaleza,

3- el senti-conocimiento comprometido en la co-operación con la naturaleza y

4- la distribución de la población en pequeñas y medianas unidades urbanas comunitarias e igualitarias, diseminadas por todo el planeta.

5- todo ello impulsado y sostenido por una fuerte voluntad de cuidar la naturaleza, fundada en la convicción de ser una parte constructivamente consciente de ella.

Lic. Carlos A. Wilkinson