UN MUNDO EN ESTADO DE GUERRA II

En la nota anterior(1) describimos brevemente las características del estado de guerra mundial que vive la humanidad, sus causas y su probable evolución. En ésta detallaremos algunas de sus consecuencias más importantes.

La primera consecuencia a la que debemos prestar atención es, sin lugar a dudas, la desglobalización. Consiste en el debilitamiento o desaparición de los vínculos internacionales – muy visiblemente, aunque no únicamente los comerciales y económicos – entre muchos países del globo. De hecho, este proceso se inició hace unos años, pero crecerá aceleradamente en los tiempos por venir, a raíz de que terminarán de configurarse los bloques enfrentados en el conflicto; es decir, acabarán de definirse qué países establecerán alianzas con EEUU y cuales lo harán con China, con Rusia o con ambas. Cada uno de estos conjuntos de naciones avanzará hacia integraciones económicas orientadas a aumentar la autosuficiencia y eliminar la dependencia de los otros bloques, separándose así estructuralmente. A lo que se sumará la interrupción de intercambios de todo tipo – culturales, políticos, técnicos, etc. – gestando, de esa manera, universos desconectados integralmente. El mundo fragmentado y enfrentado emergente de este proceso desglobalizador, hará muy difícil retornar a la unidad planetaria, que gran parte de la humanidad considera aún una realidad futura irreversible e incuestionable.

Volcando este proceso separatista hacia el interior de los países otra consecuencia del estado de guerra mundial, será que se incrementarán sustancialmente los métodos y sistemas de vigilancia y control de los gobiernos, sobre sus propias poblaciones. A causa de las desconfianzas que generan, en situaciones de guerra, las posibles actividades de sabotaje y espionaje enemigas. Desconfianzas que se darán en un contexto caracterizado por el desconocimiento sobre la vida de sus habitantes, por parte de las autoridades, así como por la protección de su privacidad, por parte de la población en general. Consecuentemente, los gobiernos impondrán, secreta y sigilosamente, múltiples metodologías y sistemas informativos innovadores, para adquirir datos sobre sus gobernados sin que estos lo perciban o rechacen. De hecho, muchos de los métodos permitidos y de las informaciones proporcionadas libremente por los ciudadanos a las autoridades, con el fin de facilitar medidas efectivas contra la pandemia, ya están siendo masivamente utilizados y profundizados por los gobiernos de las grandes potencias, como mecanismos de vigilancia y control de sus ciudadanos.

Una tercer efecto inevitable será la disminución significativa de los intercambios científico-tecnológicos entre los bloques opositores. Esto se traducirá en un desarrollo mucho más lento de las investigaciones y producciones emergentes de estas actividades. A lo que se debe agregar, que las mismas se orientarán hacia la creación de estrategias, armas y técnicas militares más destructivas que las existentes. Ambos hechos tendrán un fuerte impacto tanto en la estructura científico tecnológica del planeta, como en el papel que la misma viene jugando, hasta ahora, en el desarrollo de las sociedades. La eliminación de los intercambios científico-tecnológicos, junto a la separación económica estructural entre bloques, hará que la conversión de desarrollos militares a elementos de bienestar humano – como ha sucedido en otras épocas y circunstancias – se vea significativamente reducida y postergada, cuando no directamente suprimida.

Otra secuela no menor – la cuarta – será la generación y difusión masiva, a nivel planetario, de imágenes e ideas contradictorias sobre la realidad mundial y sus distintos integrantes. Tal fenómeno será el resultado de los esfuerzos realizados por cada contrincante para imponer sus visiones opuestas, parciales y distorsionadas, sobre lo que está sucediendo y sobre los diversos componentes de la humanidad; especialmente ellos mismos y sus contrincantes. La caracterización estigmatizante de grandes conjuntos humanos, haciéndolos objeto de sentimientos despreciativos y motivando acciones agresivas hacia ellos, alcanzarán intensidades hasta ahora desconocidas; penetrando profundamente las conciencias colectivas. Afirmaciones tales como que los chinos son todos sumisos, los norteamericanos egoístas o los rusos borrachos, se multiplicarán por decenas en contra de las poblaciones ajenas y a favor de las propias; arraigando prejuicios de gran peso en las mentes y los registros culturales y mediáticos. Lo que entorpecerá no solo las relaciones internacionales presentes, sino las interacciones futuras entre las diversas poblaciones mundiales, por más de una generación.

La quinta derivación del estado de guerra será, obviamente, la destrucción de enormes porciones de la biosfera, provocada por las múltiples acciones de guerra en sí mismas; tanto de elementos correspondientes al ambiente natural – mineral, vegetal y animal – como a los desarrollos humanos urbanos o rurales. Acciones de guerra que, incluso, van a producirse en las distintas capas de la atmósfera y más allá, mediante el enfrentamiento de satélites, misiles y diferentes armas espaciales, que aumentarán significativamente las toneladas de basura espacial que ya circunvala la tierra con efectos no del todo conocidos. Consecuentemente, la cantidad de ecosistemas que quedarán alterados o directamente deshechos, será inconmensurable, con gravísimas e ignoradas secuelas sobre la vida en el planeta tierra.

La última consecuencia, que no por serlo deja de ser muy importante, será el empobrecimiento general de la población mundial y, específicamente, de grandes sectores de ella, como consecuencia de la acción combinada de todos los factores anteriormente mencionados. En muchos casos esta pobreza se convertirá en profundas y extendidas hambrunas para vastos conjuntos de habitantes del planeta, llevando la desigualdad social y el deterioro económico a niveles nunca vistos. Lo cual, claro está, se convertirá en un pesado lastre para cualquier intento futuro de gestar una estructura socio económica planetaria capaz de asegurar la vida de la humanidad en su conjunto.

Un orbe fragmentado, enfrentado, ambientalmente muy deteriorado, sin intercambios científico-tecnológicos ni culturales, en medio de una humanidad excesivamente vigilada y controlada, cargada de prejuicios mutuos negativos, empobrecida y profundamente desigual, es el perfil del mundo al que estamos ingresando. Perfil que sólo podremos evitar si se logra, como señalamos en la nota anterior, “un accionar clara y decididamente orientado a impedir la continuidad de este conflicto, por parte de actores aún no involucrados en el mismo y con el suficiente peso internacional…”. ¿Puede nuestra “Tierra en Florecimiento” americana o Abya Yala jugar algún papel en este accionar? ¿Qué debe hacer para jugarlo?

Lic. Carlos A. Wilkinson

(1) NOTA 112 “UN MUNDO EN ESTADO DE GUERRA I” Marzo 2023 https://chevosquiensos.wordpress.com

UN MUNDO EN ESTADO DE GUERRA I

Tal como señalamos en una nota anterior,(1) estamos incorporándonos a un mundo en estado de guerra mundial. Cuesta bastante dimensionar el significado y las consecuencias de ese estado de confrontación planetaria, debido tanto a las causas que lo originaron, cuanto a las peculiares circunstancias en que se desenvuelve y desenvolverá. Mucho más aún les costará a los ciudadanos de países que no sufrieron los efectos directos de las últimas grandes guerras europeas – mal llamadas mundiales – como son aquellos que conforman nuestra “Tierra en Florecimiento” americana o Abya Yala. Esta nota y la siguiente tienen, en consecuencia, el propósito de precisar el significado profundo y las probables consecuencias de este estado de guerra mundial.

Recordemos, para empezar, que el conflicto planetario en que estamos inmersos, consiste en el enfrentamiento entre EEUU con sus aliados, por un lado, y la dupla Ruso-China, por el otro. Se funda en las amenazas que significan para el tradicional poderío mundial de los primeros, tanto la reconstitución rusa posterior al desmembramiento de la URSS, cuanto el crecimiento aparentemente imparable de China; ya que estas últimas potencias han adoptado posicionamientos independientes, no subordinados a los “occidentales”.

El primer y más importante significado de esta guerra, es que en ella está en juego la estructura de poder mundial que sostuvo y sostiene la civilización moderna, entendida ésta como el conjunto de valores e instituciones implantadas por “Occidente” en el planeta hace varios siglos. De manera que un eventual fortalecimiento o debilitamiento de esa estructura y una profundización o modificación de esos valores e instituciones centrales, es lo que se dirime en este conflicto. Que la democracia, tal como quedó establecida en los siglos XIX y XX, se mantenga o se modifique sustancialmente, es un resultado probable de esta guerra. Que la rentabilidad del capital sea el eje organizador de las sociedades, o que estas funcionen sobre la base de ejes distintos al capitalismo, es otro desenlace posible de esta contienda. De manera que su significado profundo, es que tendrá un impacto trascendente sobre las formas de actuar, sentir y pensar colectivas de la humanidad. Que nuestros hijos no tengan que votar o no deban “ganarse la vida” trabajando, por ejemplo, son dos posibles derivaciones de la pugna en curso, entre muchísimas mas.

Si bien resulta prácticamente imposible predecir el desenvolvimiento del conflicto mundial que estamos viviendo, lo que sí se puede afirmar con certeza, es que se ampliará e intensificará territorial, sectorial y destructivamente. Esto es así por la dinámica propia de toda guerra, potenciada en ésta por la magnitud de los contendientes y la amenaza a su sobrevivencia que implica para cada uno de ellos.

La ampliación territorial hará que se extienda activamente, más temprano que tarde, hacia distintas regiones del planeta. Hacia el centro de Europa, involucrando a Polonia Hungría y Serbia entre otros. Hacia el Medio Oriente, comprometiendo a Israel, Irán, Siria y Arabia Saudita, por lo menos. Hacia África, englobando desde Argelia, Libia y Marruecos en el norte, hasta Congo, Mozambique y Sudáfrica en la región subsahariana, como mínimo. Hacia el Asia Pacífico incorporando con seguridad las dos Coreas, Japón, China y Taiwan. Hacia el Sudeste Asiático y Oceanía, implicando posiblemente a Indonesia, Malasia, Australia y Nueva Zelandia. Hacia el Sur de Asia, incorporando casi seguramente a India, Pakistán y Afganistán. También es probable que se extienda hacia nuestra Abya Yala, con la participación probable de Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Brasil, Argentina y Chile entre otros; aunque la tradición sólidamente pacífica y pacifista de nuestro subcontinente pueda, quizás, lograr impedirlo. Naturalmente, la ampliación efectiva de la guerra hacia estas regiones dependerá de la profundidad y violencia con que los intereses de Rusia, China y Occidente, choquen en dichos territorios, junto a la capacidad de estos para resistir sus intromisiones.

Por otra parte, la ampliación sectorial hará que la guerra se expanda desde el campo específicamente militar, al económico, al social y al cultural. Abarcando desde la influencia en la financiación, producción, y comercialización de productos, hasta el intento de anular religiones y creencias ancestrales, pasando por la manipulación indiscriminada de los medios masivos de comunicación y los sistemas educativos. De manera que la pugna abarcará prácticamente todos los aspectos de la vida humana, haciéndose integral.

Paralelamente a estas ampliaciones territoriales y sectoriales, los métodos, las armas y las estrategias militares, irán incluyendo componentes cada vez más destructivos, sean físicos, psicológicos, químicos o biológicos, incluyendo desde ya los atómicos. La posibilidad de que cualquiera de estos medios destructivos sea limitado voluntariamente en su uso, constituye una ilusión. Porque ninguno de los bloques y países intervinientes, va a permitir ser derrotado o aniquilado en función de un bien “superior” para la humanidad en su conjunto.

Es decir, lo natural y lógicamente esperable, es un incremento territorial, sectorial y destructivo creciente de esta guerra; con el inconmensurable terror humano y la devastación natural y social, que ello traerá aparejado. Solo un accionar clara y decididamente orientado a impedir la continuidad de este conflicto, por parte de actores aún no involucrados en el mismo y con el suficiente peso internacional, puede evitar la dinámica devastadora que el mismo conlleva.

Lic. Carlos A. Wilkinson

(1) NOTA 108 “HACIA UN MUNDO MUY DIFERENTE” Octubre 2020 https://chevosquiensos.wordpress.com