CARACTERÍSTICAS PROPIAS DE NUESTRA ABYA YALA II

En la nota anterior mencionamos cuatro características de nuestro Abya Yala: su Juventud, la Multiplicidad Cultural tanto de base como ampliada y la Convivencia Pacífica entre las poblaciones diversas. Estas características propias son, a mi juicio, las que le dan sentido al intento de construir, desde nuestra “tierra en florecimiento”, un bloque de poder mundial. Sin embargo, también debemos identificar aquellos rasgos propios que obstaculizan esa construcción. Dichos rasgos son: la división en países aislados, el colonialismo mental de las élites dirigentes, la dependencia económica radial y la autodenigración generalizada.

Más allá de la importancia de haber constituido naciones independientes, la división institucional en países aislados entre sí, constituye el primer obstáculo a superar. Porque impide sentir, ver y trabajar, espontánea y naturalmente, en función de lo común a todos los países integrantes de nuestra Abya Yala, al visualizar exclusivamente el propio país. Esto implica que debemos encarar y hacer un esfuerzo especial para generar un ámbito institucional compartido, así como para sentirnos, pensarnos y actuar como conjunto. Si bien se vienen realizando intentos de avanzar en esa línea, como el Unasur, el Mercosur, la Unión del Pacífico, la Celac y varios más, ninguno logró aún consolidarse como camino incuestionable hacia la unificación institucional de la “Patria Grande”. Pero la conciencia de serlo y el propósito de construirla está creciendo, profundizándose y extendiéndose en nuestros pueblos y en algunas élites, desde hace varios decenios atrás.

Otro rasgo que constituye un obstáculo, aún más grave que el anterior, es el hecho de que desde la época de la colonia nuestros dirigentes en general, estuvieron fuertemente compenetrados de las formas de pensar, sentir y actuar europeas, considerándolas, claro está, como la expresión de la civilización a la que debían sumarse. El antagonismo entre la “civilización” a imitar y la “barbarie” nativa de la que había que alejarse y diferenciarse, estuvo presente en el inconsciente colectivo de nuestras élites, desde el momento mismo de la invasión hasta nuestros días. Estableciendo en ellas un colonialismo mental muy arraigado y profundo, como si ninguna forma de pensar, sentir o actuar, ajena a dicha civilización, tuviera algún valor. Consecuentemente, tendieron y tienden a desconocer y desmerecer las características ancestrales de los pueblos originarios, así como los rasgos originales que fueron gestando y adquiriendo los pueblos nuevos, producto del mestizaje entre descendientes de indios, ibéricos, criollos, africanos y europeos emigrados. Esta particularidad de nuestras élites que, a su debido tiempo, sustituyeron parcialmente algunas modalidades civilizatorias europeas por estadounidenses, recién actualmente está comenzando a debilitarse. A raíz de la cada vez más evidente crisis de la civilización moderna, que Europa y EEUU originaron, sostuvieron y aún sostienen en el planeta.

El tercer rasgo que implica una obstrucción al desarrollo de nuestras cualidades y al logro de un bloque mundial de poder, es la estructura económica dependiente y radial de nuestros países. De hecho, a medida que cada país se fue conformando, comenzó a organizar el eje de su actividad económica en torno a la exportación de algunos productos primarios hacia uno o varios países centrales y la importación, desde ellos, de los productos elaborados requeridos por los mercados internos. Por ejemplo la carne, los granos y posteriormente las lanas en Argentina, el trigo, el salitre y posteriormente el cobre en Chile, el oro, el tabaco, la quina y el café en Colombia, la plata y luego otros metales en México, la plata, el guano y la caña de azúcar en Perú, el cacao y posteriormente el café y el caucho en Ecuador, el azúcar, el algodón, el café y también el caucho en Brasil, etc. Estas economías fundadas en la predominante extracción o cultivo de productos primarios para el consumo externo europeo y norteamericano, con poca o ninguna producción propia ni orientación al comercio con los países cercanos, produjo un fenómeno adicional: como los rayos de una rueda de bicicleta, cada una de esas economías se ensambló con el centro económico mundial, pero no desarrolló ninguna conexión relevante con los países que tenía a su lado. Adoptando así lo que podríamos llamar una estructura económica subcontinental de carácter radial y dependiente. Si bien lo esencial de esta estructura permanece sólida aún, desde la segunda mitad del siglo XX ha comenzado a debilitarse, en parte por las guerras que favorecieron la atención de los mercados internos con industrias locales, en parte por el incremento sustancial de los intercambios comerciales regionales. Sin embargo, en la medida en que este rasgo se mantiene, refuerza en los hechos el colonialismo de la clase dirigente, al relacionarla de forma práctica y subordinada con los intereses de los países centrales o dominantes del mundo. En efecto, las utilidades y beneficios de las élites locales, pasaron a depender de que las necesidades, los intereses y las ganancias externas sean satisfechas, complementando y reforzando así, económica y prácticamente, la dependencia mental arriba señalada.

Por último, el cuarto rasgo opuesto al desarrollo de nuestras cualidades y a la posibilidad de formar un bloque de poder, lo constituye la autodenigración generalizada. Es decir, la valoración negativa de nosotros mismos en la apreciación de lo que somos. Dicha autodenigración se ha instalado masivamente en nuestra cultura desde hace tiempo, en parte a causa de la acción combinada de los tres rasgos anteriormente descriptos, y en parte promovida por el accionar directo de los bloques de poder llamados “occidentales”, orientado a convencernos de nuestra incapacidad para actuar y dirigirnos por nosotros mismos. Como toda desvalorización de uno mismo, esta autodenigración masiva resulta ser un lastre muy pesado para cualquier acción de afirmación, construcción y proyección de lo propio que se quiera realizar.

Para superar estos obstáculos es necesario encarar, entre otras, las siguientes acciones. Interiorizar y expandir masivamente una imagen positiva de nosotros mismos, comenzando por la absoluta convicción personal en el valor de nuestras características propias. Impulsar la suplantación de nuestras economías radiales dependientes por una economía regional integradora e inclusiva. Desarrollar, fortalecer y consolidar organizaciones populares y élites afirmadas en lo nuestro. Construir una unidad institucional fuerte y estable entre los países de nuestra Abya Yala. En próximas notas expondremos sobre estas y otras acciones que debemos encarar desde nuestra Tierra en Florecimiento, para unificarla y fortalecerla.

Lic. Carlos A. Wilkinson