Cuando nos referimos a Abya Yala – que significa “Tierra en Florecimiento” – como llamó a esta tierra uno de nuestros pueblos originarios, hacemos alusión al subcontinente que comienza en el límite norte de México y termina en el límite sur de la Argentina y Chile. Subcontinente que, por su origen compartido y las experiencias colectivas parecidas de sus habitantes, contiene una población bastante similar en su perfil cultural general y claramente diferente de las poblaciones de los restantes continentes del mundo, así como de la del resto norte del continente americano.
La primera característica social propia de nuestra tierra en florecimiento americana, es su juventud. Tiene – al igual que el resto de América – apenas cinco siglos de vida; lo cual comparado con el resto de las poblaciones mundiales, sean asiáticas, europeas o africanas, es una diferencia sustancial. Con esto no se quiere decir que antes de esos quinientos años no existían sociedades en estas tierras. Pero la invasión ibérica produjo un corte abismal respecto a la composición humana preexistente. Tanto la enorme mortandad de las poblaciones nativas – causada sobre todo por la propagación de enfermedades para las que no tenían defensas – cuanto la gran cantidad de población europea y africana incorporadas a estos territorios, determinaron el inicio de una configuración poblacional y sociocultural joven. Cuando decimos joven queremos destacar, por un lado, que no posee, como conjunto social, tradiciones que la aten a formas de pensar, sentir y actuar arraigadas por prácticas milenarias; aunque algunas de sus partes componentes puedan tenerlas, pero solo sobre sus propias tradiciones, no sobre las del conjunto americano que se gestó a partir de la confluencia entre la población nativa y la ibérica. Por otro lado, queremos significar también, que al ser una sociedad joven, tiene casi la determinación biológico-social de generar maneras de pensar, sentir y actuar propias.
La segunda característica propia de Abya Yala es la multiplicidad cultural de base. Este rasgo está fundado en el encuentro de múltiples pueblos originarios diferentes entre sí, con dos pueblos invasores europeos – el español y el portugués – no impregnados, sin embargo, de los valores de la civilización capitalista moderna. La situación predominante en dicho encuentro fue, en el marco de la dominación invasora, la de admisión mutua, interrelación y, sobre todo, mezcla; a pesar de algunos contados intentos de los pueblos invasores por eliminar a los nativos. Al mencionar los múltiples pueblos originarios, estamos aludiendo a la existencia de tres grandes imperios independientes entre sí – Mayas, Aztecas e Incas – y a una pluralidad de comunidades heterogéneas dispersas por los territorios más disímiles. Por su parte, al afirmar que los pueblos invasores no estaban impregnados del capitalismo desarrollado posteriormente por holandeses e ingleses, alemanes y franceses, estamos señalando que la expansión ibérica por el planeta estaba imbuida de otra postura civilizatoria. A la que Darcy Ribeiro – antropólogo brasilero – califica, con gran exactitud, como una cultura “mercantil salvacionista”. Rara mezcla de impulsos por acumular oro y plata para adquirir y disfrutar bienes a la vez que, por realizar conversiones religiosas masivas. Es decir, la cultura europea que trajeron a estas tierras los invasores tenía poco que ver con el intento de invertir el oro y la plata en proyectos productivos y comerciales planificados racionalmente en su desarrollo y ejecución para convertirse en actividades cada vez más rentables. La ética protestante, que según Max Weber se encuentra en la base de dicho espíritu capitalista, estaba completamente ausente en los pueblos ibéricos que invadieron nuestra América. La mentalidad católica, más inclinada a gozar la vida y ampliar la comunidad religiosa de pertenencia, era la absolutamente dominante. Por todo lo cual, gran parte de los elementos culturales de ambas realidades poblacionales – la originaria y la ibérica – sobrevivieron, otorgándole al subcontinente un rasgo muy sólido de multiplicidad cultural de base; convirtiéndolo, además, en un conjunto sociocultural completamente nuevo.
La tercer característica propia de nuestra Abya Yala es la multiplicidad cultural ampliada. Porque a las numerosas y diferentes comunidades originarias y a los ibéricos que se radicaron en estas tierras, debemos agregar la enorme cantidad de africanos obligados a echar raíces en ellas y, posteriormente, la ingente suma de europeos no ibéricos que se radicó en nuestro territorio; en gran medida expulsados de sus países por las pésimas condiciones económicas de vida o las continuas guerras que soportaban. Más recientemente, se agregó una gran afluencia de asiáticos, lo que terminó de completar la multiplicidad cultural ampliada que nos caracteriza. Esa multiplicidad cultural que, al decir de Scalabrini Ortiz, hace que casi ninguna población del planeta nos resulte completamente extraña. Lo cual no es poco como característica cultural.
Por último, como vimos en un par de notas anteriores (1) la existencia de una convivencia relativamente pacífica entre las mencionadas poblaciones, fundada en la aceptación mutua de sus diversidades – lo que constituye la cuarta característica propia de nuestra América – no solo hizo que dicha multiplicidad sociocultural sobreviviera y se fortaleciera a través del tiempo, sino que le otorgó a nuestro subcontinente un potencial de intercambio y creatividad, difícil de hallar en otro conjunto humano del planeta.
Lic. Carlos A. Wilkinson
(1) Ver Notas “GUERRA RUSO UCRANIANA E IDENTIDAD ARGENTINA” y “UNA CUALIDAD DE NUESTRA AMÉRICA A DESARROLLAR”