Cuando el macrismo estaba empezando su gobierno, dijimos(1) que había que caracterizarlo mas como un gobierno oligárquico, que como un gobierno neoliberal. Porque, siguiendo la práctica tradicional de este grupo elitista, si bien se plantearía como abanderado de las últimas ideas económicas internacionales, no se iba a atar a ellas para decidir sus políticas. Las mismas estarían orientadas, exclusivamente, a aumentar su poder y maximizar sus beneficios, cumplieran o no con los postulados neoliberales.
Sobre la base de esta caracterización afirmamos(2) que implementaría políticas económicas centradas en la subordinación del desarrollo de las fuerzas productivas propias a los intereses de los mercados mundiales de bienes y dinero, porque de dicha intermediación extrae sus beneficios. Asimismo aseguramos que ejecutaría políticas en contra del bienestar popular, porque su ancestral prebendarismo lo llevaría a utilizar todos los resortes del estado, para redistribuir la riqueza a su favor. En función de estas apreciaciones predijimos los resultados de sus políticas, asegurando que “La economía aumentará su dependencia exterior de forma … contundente e incrementará significativamente la desigualdad en la distribución de los ingresos… el nivel de vida popular se deteriorará y las organizaciones … que intenten protegerlo … serán debilitadas … para reducir o eliminar su poder … las argumentaciones falsas …. para pintar los beneficios… del modelo, aumentarán .… y … la violencia tanto psicológica como física que se ejercerá sobre la población crecerá hasta límites que hoy consideramos imposibles”. Una mirada medianamente objetiva sobre la realidad actual, confirma el acierto de esas predicciones. La reacción popular masiva contra ese país macrista, puesta de manifiesto en las PASO, anticipa el fracaso del último intento oligárquico local por asegurar una Argentina a su gusto y paladar.
Una Argentina cuya implantación suponía la eliminación definitiva de su enemigo mortal: el peronismo. Cosa que, equivocadamente, creía al alcance de la mano. La repetida frase de Macri, catalogando los últimos 70 años del país – o sea desde 1945 – como los años de decadencia nacional, es muy clara respecto a su ubicación social, a su distorsionada visión del país y a su absoluta incomprensión del mismo. Porque en realidad, lo que sucedió en este lapso histórico, no fue la decadencia argentina, sino la decadencia de la élite oligárquica local, que desde entonces, no pudo mantener el dominio casi absoluto sobre la nación, que había tenido anteriormente. Fue la lucha entre el nuevo país interno-configurado que surgió desde el pueblo en aquel entonces y el país externo-configurado(3) que la oligarquía quiso seguir sosteniendo, lo que causó un ir y venir en direcciones políticas, económicas y sociales opuestas. Y esto provocó, no la decadencia argentina, sino la paralización del desarrollo de su potencial; hasta que esta lucha se resuelva.
Claro que la oligarquía argentina actual no es la misma que la originaria. Fue cambiando a lo largo del tiempo, porque el modelo de país externo-configurado que desarrolló la clase dominante porteña a partir de la derrota federal de Pavón, tuvo que ajustarse a las nuevas realidades internacionales. Pero lo hizo manteniendo siempre su rasgo esencial: estructurar el país en función de la dependencia externa, en la que funda su dominio y de la cual extrae sus beneficios.
Dichos cambios en el modelo de país, fueron acompañados, lógicamente, por modificaciones en su propia composición interna. De una oligarquía compuesta fundamentalmente de estancieros nativos y exportadores ingleses, a otra de terratenientes agrícolo-ganaderos y dueños de empresas proveedoras del estado, con exportadores y banqueros norteamericanos, para desembocar, finalmente, en una integrada, sobre todo, por grandes terratenientes, proveedores del estado, exportadores y financistas, tanto nativos como extranjeros, en feliz y cómplice mixtura. Esta última composición oligárquica, comenzó a amalgamarse bajo el gobierno de Onganía y Krieger Vasena y adquirió potencia y solidez durante el gobierno de Videla y Martínez de Hoz. Para, desde allí, proyectarse e integrarse al nuevo mundo corporativo financiero, que se estaba constituyendo rápidamente en el planeta. Fue este grupo dominante recompuesto, el que fundó, impulsó y sustentó el macrismo.
De la misma forma que cambió su composición interna, la oligarquía local redefinió sus vínculos exteriores. Y modificó, a través y por iniciativa de estos, sus herramientas para incrementar, acceder y mantener el poder. Modificación que se encuadra en un novedoso programa de sometimiento societal. Tema que será motivo de otra nota.
(1)¿POLÍTICAS NEO LIBERALES O POLÍTICAS OLIGÁRQUICAS? Marzo 2017
(2)¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR DEL MACRISMO? Abril 2017
(3)EL DESAFÍO DE CERRAR LA GRIETA II Agosto 2019