REFLEXIONES POST PASO

A partir de los resultados de las PASO se dispararon una cantidad de afirmaciones e interpretaciones de la realidad nacional sobre las que es preciso reflexionar. Ciertamente, como sucede siempre, son las emociones las que disparan y guían el derrotero de los análisis racionales y no al revés; por lo cual empezaremos por ellas.

La manipulación informativa que hizo el macrismo de los resultados electorales, provocó una sensación de derrota en las filas contrarias al gobierno. Y desde esa sensación de derrota se dispararon una serie de análisis que tendieron a sobrevalorar las condiciones favorables, capacidades y hasta el futuro del macrismo, a la vez que se desvalorizaron los logros y posibilidades del campo nacional y popular. Ninguno de estos análisis es de despreciar, porque siempre contienen aunque sea una pizca de verdad que conviene tener en cuenta. Pero resulta necesario pasarlos por el cedazo de una emocionalidad más equilibrada sobre los resultados electorales reales, que no indican, de ninguna manera, una victoria del macrismo, ni una derrota del kirchnerismo, ni mucho menos del peronismo en su conjunto. Quizás un empate sea la descripción más adecuada de los resultados; aunque este empate implique la consolidación partidaria nacional del macrismo, por un lado y la aparición revitalizada del kirchnerismo en el escenario político, por el otro. Sobre la base de esta apreciación de los resultados de las PASO, estamos en condiciones de hacer un análisis más realista de las fortalezas y debilidades de una y otra fuerza en pugna y de sus probables perspectivas futuras.

En primer lugar, conviene destacar con toda claridad que el gobierno macrista, como hecho político, no es igual al gobierno militar del terrorismo de estado, ni al de Menem; nos encontramos frente a una realidad política nueva, que es preciso considerar en su singularidad, para poder enfrentarla adecuadamente. El hecho de que responda a los mismos intereses – los del establishment – y que exprese el polo oligárquico colonial del enfrentamiento argentino bisecular, no significa que en sus metodologías y formas políticas concretas y específicas, sea igual a los gobiernos mencionados. De hecho es la primera vez, desde 1930, que un partido político representante de los intereses elitistas, accede al gobierno por elecciones; lo cual no es poca cosa. Veamos cuales son algunas de estas diferencias, dado que las similitudes ya las conocemos.

Una diferencia central, determinante de gran parte de las otras diferencias, es el contexto societario general en el cual nace Cambiemos. Se inscribe en una economía mundial y nacional más internacionalizada, financierizada y concentrada que en las épocas previas. Y en una sociedad con una cultura postmoderna – que plantea la satisfacción individual e inmediata como un valor central – más avanzada y con una impresionante relevancia de la tecnología comunicacional en la formación de las opiniones personales. Yendo a una definición más general, el macrismo nace y se desarrolla en un marco societal mercantil individualista y consumista más avanzado e incorporado a la vida cotidiana que en épocas anteriores; consecuentemente, crece en una sociedad más desintegrada y con una democracia cuyo sentido dominante es el ritualismo electoral del voto periódico individual. El aprovechamiento que el macrismo hizo y hace de la segmentación extrema de la sociedad, utilizando las tecnologías de comunicación propias del marketing, en el marco de dicho ritualismo electoral democrático, es una de sus mayores y más beneficiosas diferencias respecto a los gobiernos oligárquicos anteriores. El uso intensivo y extendido de la llamada postverdad como metodología política central, utilizando la concentración mediática disponible a su favor, así lo confirma.

Otro aspecto contextual de gran influencia en el momento en que se consolida Cambiemos es el de estar formando parte de un mundo inmerso en la crisis económica mundial más profunda y prolongada del capitalismo, con especial impacto actualmente en los países dependientes, luego de nacer en EEUU y enraizar en Europa. No se encuentra ni en la superabundancia de petrodólares, necesitados de convertirse en préstamos usurarios internacionales, del gobierno militar; ni en la etapa de comienzo del cobro de dichos préstamos mediante la compra y privatización de empresas, del menemismo. El hecho de que hoy el macrismo no busque privatizar sino incorporar la “competencia” de empresas internacionales en nuestro mercado y, a la vez, acepte como natural destinar dádivas moderadas a una creciente población marginada, es producto de esa realidad.

Hasta aquí lo propio y diferente del macrismo respecto a los gobiernos anteriores del establishment, explicables por su habilidad para adecuarse y aprovechar el cambio de contexto en que se encontró inserto. El resto de sus avances y retrocesos son producto de la lucha entre el modelo de país primarizado e integrado al mundo financiero global que quiere concretar y la resistencia de la sociedad argentina a aceptarlo. Incluyendo en dicha resistencia los logros institucionales, culturales, sociales y de poder conseguidos por dicha sociedad en los previos doce años de gobiernos kirchneristas. Entre los cuales se encuentran la recuperación de la política como herramienta transformadora, los beneficios derivados del crecimiento del mercado interno, la difusión de integraciones nacionales simbólicas olvidadas desde hacía decenios – esto de rescatar quiénes somos y de dónde venimos – y el inicio de un proceso de  unificación latinoamericana. Proceso que no solo desarrolló instituciones regionales independientes de EEUU, sino que disparó una conciencia histórica y política dormida desde hace ciento cincuenta años.

El desarrollo de los acontecimientos electorales del 2015 y de las PASO actuales, confirman, sin embargo, que con lo que se avanzó no alcanzó para lograr un triunfo definitivo de la postura nacional popular sobre la oligárquico colonial, en la larga lucha que viene desgarrando al país desde sus inicios.

Entendemos que para lograr dicha victoria, el polo nacional popular necesita lograr tres objetivos en el mediano plazo. Debe imaginar, proyectar y hacer atractivo un nuevo modelo de sociedad, diferente y superador del modelo vigente; sobre la base del principio según el cual el individuo sólo se puede realizar aportando a una comunidad que se realiza. Requiere, además, diseñar y realizar una democracia participativa fundada en la redefinición del poder comunitario, social y estatal, que plantea la doctrina política de la Comunidad Organizada. Por último, resulta imprescindible que se logre una coordinación política de los movimientos populares regionales; apoyada en el desarrollo de nuestra original identidad indo ibero americana y con la perspectiva de generar un replanteo civilizatorio mundial. Desde el único continente nuevo y joven del planeta.

En lo inmediato y con la mirada puesta en el 2019, estimamos que se debe poner el esfuerzo en una incorporación participativa creciente de la militancia en el esfuerzo de superar la profundización emocional de la grieta y el odio promovido desde el macrismo; solo beneficioso para él. La incorporación masiva en las bases de una actitud de escucha, atención y valoración de las diversas necesidades y posiciones de la población, acompañada por una afirmación del movimiento nacional y popular sin ningún tipo de desmerecimiento del mismo, a la vez que sin agresividad hacia quien no se identifica con él, es una clave del éxito en el corto plazo.

La unidad de la dirigencia y su habilidad para adaptarse y aprovechar al máximo los aspectos positivos de los cambios contextuales registrados por el macrismo, sin incentivar sus consecuencias negativas, son la otra clave de un triunfo en el corto plazo. La utilización mucho más intensa de la tecnología de comunicación, sin profundizar ni extender la mentira sistematizada – que no necesitamos – sino, por el contrario, reforzando la verdad, es un camino que debe seguirse. Por otro lado, considerando como un dato de la realidad la gran segmentación social, resulta necesario  plantear ideas, valores y símbolos que unifiquen una orientación común por encima de dichas diferencias; como se hizo en el nacimiento del peronismo, al unificar mundos tan distintos como el del peón rural y el obrero industrial en la afirmación de sus derechos frente al patrón. Esto exige un grado de creatividad importante y de inserción social diversificada, ambos elementos de los que el polo nacional popular dispone en grado sumo.