ABYA YALA: ANIMARSE A SER

En la nota anterior dijimos que construir una Abya Yala fundada en sus características originales, implicaba, además de un enorme esfuerzo creativo, superar una serie de obstáculos tanto internos como externos. Uno de los obstáculos internos, quizás el más importante, es el del miedo a ser. Analicemos el origen y significado de este obstáculo.

En primer lugar recordemos que, si consideramos el nacimiento de nuestra sociedad desde el momento en que comenzaron a convivir en estas tierras los pueblos originarios, con los ibéricos y los africanos, tenemos apenas quinientos años de vida. De allí que, con su magnitud poblacional y extensión geográfica, sea la sociedad más joven del planeta. Si a esto sumamos la mezcla emergente de ese encuentro poblacional tan diverso, no solo somos una sociedad joven, sino que, además, somos una sociedad completamente nueva en sus modos de ser; muy diferente a todas las existentes. Esta originalidad y juventud societales nos colocan, igual que a cualquier joven, en la alternativa de desplegar lo que nos es propio o, por el contrario, de seguir sujetándonos a los dictámenes de quienes nos precedieron o nos rodean. Cualquier lector puede, seguramente, identificar el o los momentos de su propia vida, en los que se vio enfrentado a alternativas similares. La decisión sobre cual camino seguir, tiene mucho que ver con la actitud de animarse o no animarse a ser lo que se es.

De hecho, cuando nacimos como sociedad, lo hicimos dependiendo de los dictámenes de dos centros de poder mundial europeos: España y Portugal. Posteriormente, en la medida en que se fueron desenvolviendo en Europa las luchas por el poder planetario, la dependencia del subcontinente, en general, pasó a ser principalmente de Inglaterra y, en mucho menor medida, de Holanda y Francia; para, posteriormente, trasladar la sujeción a los dictámenes de Estados Unidos. La continuidad histórica de esta subordinación a lo largo del tiempo, estableció el convencimiento colectivo de que somos, natural y esencialmente, dependientes de pautas y valores dictados por otros. Tal certidumbre, además, fue y es apoyada por algunas élites nacionales supeditadas al exterior, así como avalada por un sometimiento, socialmente extendido, a los modos de ver, pensar, sentir y valorar “occidentales”. En síntesis, una serie de factores avalan y sostienen una conciencia colectiva desvalorizada de lo que somos, en tanto creemos ser, necesaria y esencialmente, subordinados o dependientes. Dicha creencia entorpece todo intento de afirmar la identidad propia y original, a la vez que genera una actitud profundamente peligrosa: el miedo a ser.

Si deseamos hacer de nuestro subcontinente un conjunto humano con protagonismo y peso propio en el mundo, se torna imprescindible desarrollar una actitud colectiva, enérgica y poderosa, de animarse a ser. Es decir, se requiere contar con una mayoría de la población decidida a cristalizar y profundizar nuestra originalidad, así como a ponerla de manifiesto frente a todo el orbe, porque considera que dicha originalidad es valiosa. Es esta decisión conjunta de aceptar, valorar, desarrollar y manifestar lo propio, en lo que consiste la actitud colectiva de animarse a ser.

Sin embargo, desarrollar colectivamente la actitud de animarse a ser, no es algo fácil. En primer lugar, porque para implantar una actitud nueva, no solo debemos convencernos intelectualmente de su necesidad, sino también aceptarla emocionalmente y decidirnos voluntariamente a adoptarla. En segundo lugar, porque la actitud de animarse a ser, implica una gran cantidad de transformaciones vitales respecto a la vida que estábamos llevando; tales como cambiar ciertas relaciones sociales preexistentes, abandonar algunas actividades y comenzar otras, cuestionar poderes establecidos o gestar organizaciones inexistentes, entre otros muchos cambios importantes. En tercer lugar, porque ese cambio de actitud de carácter central en nuestra vida, debe ser adoptado por tantos miembros de nuestra sociedad subcontinental, como para alcanzar un peso que haga imposible no aceptarla política e institucionalmente.

A pesar de estas dificultades, el cambio de actitud señalado, constituye el cimiento vivo sin el cual cualquier iniciativa de unidad subcontinental resultaría condenada al fracaso. Porque carecería del convencimiento y la energía colectivas necesarias, para impulsar y sostener un proyecto de semejante magnitud y significación. La actitud colectiva de animarse a ser representa, además, una oportunidad inestimable para Abya Yala. Dado que al tratarse de un elemento sociocultural tan profundo, rebasa cualquier ideología o postura política, social, económica o cultural particular, abarcando a su vez todo el territorio y las diversas clases sociales. De manera que el proceso de implantar colectivamente la actitud de animarse a ser, resulta ser un camino profunda y ampliamente unificador de la población y la cultura regional. Lo que lo convierte en un eje central para facilitar la transformación de Abya Yala, en una sociedad subcontinental sólidamente unida e integrada.

Ahora bien, no solo es necesario implantar la actitud colectiva de animarse a ser, para avanzar en la construcción de una Abya Yala fundada en sus características originales, sino que resulta imprescindible hacerlo ya. Para aprovechar tanto la madurez alcanzada por la conciencia actual de unidad subcontinental – a partir de la equivocada aunque útil conciencia latinoamericana (1) – como el descongelamiento del poder planetario occidental y la aparición de una sólida tendencia a la multipolaridad en el mundo. De no poder consolidar colectivamente la actitud de animarnos a ser en un mediano plazo, corremos el riesgo de permanecer sistemáticamente subordinados al poder mundial de turno, sea cual sea éste, así como de quedar definitivamente frustrados en nuestras posibilidades de ser lo que somos: jóvenes y originales.

Lic. Carlos A. Wilkinson

(1) ¿PROGRESO O FLORECIMIENTO? 28 DE Agosto DE 2023

chevosquiensos.wordpress.com/2023/08/28/progreso-o-florecimiento/

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