COMO AVANZAR CONSTRUCTIVAMENTE ANTE LOS ATAQUES OLIGÁRQUICOS

En la nota anterior decíamos que la estrategia de poder beneficiosa para la oligarquía era el enfrentamiento, la violencia y la división entre los argentinos, mientras que la estrategia de poder conveniente para el polo nacional y popular, era la integración, la pacificación y la unión. Y nos preguntábamos ¿cómo actuar constructivamente en un marco signado por el enfrentamiento y la desunión promovida por el gobierno oligárquico? Trataremos en esta nota de plantear algunas ideas y propuestas respecto a este tema.

Ciertamente una estrategia de poder con orientación integradora reconoce múltiples niveles y dimensiones de acción. Desde un planteo electoral inmediato hasta una modificación de la cultura política nacional y desde una dirección orientada a la dirigencia, hasta una dirigida a los hombres y mujeres comunes. Cada una de ellas merece un análisis y tratamiento distinto. Las reflexiones que expondremos en esta nota se dirigen especialmente a analizar y proponer cambios en la cultura política que tenemos las personas comunes; los que nos vemos enfrentados a amigos, parientes, compañeros de trabajo, etc. a causa de la estrategia oligárquica de dividirnos y enfrentarnos. Para pasar de una cultura política del enfrentamiento a una cultura política de la integración.

Lo primero que hay que dejar claramente establecido es que el conflicto entre los dos polos existe; no sirve de nada negarlo, ni desestimar los daños que nos viene provocando desde hace no menos de dos siglos. Hay que buscar la forma de resolverlo; y de resolverlo definitivamente a favor del polo popular y nacional. La segunda cuestión a tener clara, es que ningún conflicto de este tipo puede ser resuelto por posturas intermedias; quien esto intente, lo más probable es que termine sin resolver nada y repudiado por los miembros de ambos polos, como sucede habitualmente al que pretende arreglar el conflicto interno de una pareja. Un conflicto de este tipo y magnitud solo se soluciona cuando un polo es capaz de hacer que el otro pierda, primero sustentabilidad social y cultural y luego herramientas de poder; de manera que se vea obligado por la razón y por la fuerza a aceptar un cambio definitivo en la configuración del país deseado y, de ser posible, que aporte a construirlo. Para lograr que el polo oligárquico pierda sustentabilidad social y cultural resulta imprescindible actuar eficazmente en el ámbito del convencimiento, que, por otro lado, es un ámbito al alcance de todos y en el que cada uno puede realizar su contribución.

El país cuenta con una parte importante de su población – calculada actualmente en un cuarenta por ciento – que tiene un comportamiento tan libre y ambivalente en sus opciones políticas, como confundido está en cuanto a su historia, identidad y proyección de futuro. La frase de Jauretche diciendo que este sector vota mal cuando le va bien y vota bien cuando le va mal, es una genial descripción de esta realidad social. Es a este sector al que tenemos la obligación histórica de seducir y conquistar para que incorporen la visión y apoyen  las propuestas del polo nacional y popular; es decir, para que dejen de ser ambivalentes. Únicamente después de haber logrado esto podremos consolidar herramientas de poder que, a nivel de la sociedad en su conjunto, aseguren la transformación definitiva del país.

Ese sector tiene su historia nacional particular, que va más allá de la calificación simplista y por lo general injustificadamente denigratoria, de clase media. Una relectura de “El Medio Pelo en la Sociedad Argentina “ y “Los Profetas del Odio” permitirá abstenernos de aplicarle supuestas leyes universales que, en realidad, impiden más que ayudan a comprender sus comportamientos, actitudes y valores políticos. Por otro lado, el cambio cultural sustancial registrado en las bases sociales tradicionales de este sector durante los años setenta y refrendado en los últimos doce años de gobiernos nacionales, muestra que la transformación en el seno de dicho conjunto social es perfectamente posible, además de necesaria.

Un rasgo significativo de ese sector es la poca o nula conciencia histórico- geográfica que poseen sus miembros; lo cual los coloca, mental y sentimentalmente, en una especie de limbo universalista que desconoce cualquier raíz y conexión concreta, temporal y espacial, americana. Se sienten más identificados con una “ciudadanía universal”, que con los avatares, pasados y presentes del pueblo y la nación de los que forman parte, aunque no lo registren. Por eso resulta muy fácil que crean que son republicanos, mientras no se inmutan porque se tenga presa a Milagro Sala, sin que esto los conflictúe.

Otra característica, ligada a la anterior pero no igual, es que se encuentran imbuidos e imaginativamente ubicados en el marco mental propio de los países dominantes. De manera tal que tanto los criterios que definen lo bueno y lo malo, lo útil e inútil, lo anquilosado y lo nuevo, así como las visiones de lo que sucede y las propuestas sobre el futuro deseado, obtienen una condición de incuestionables si se originan en dichas naciones y resultan poco convincentes y dudosos, si provienen de las nuestras. Por eso les resulta muy difícil cuestionar por ejemplo el “progreso” y muy fácil criticar la resistencia sindical al cambio de las leyes de trabajo.

Un último atributo importante para destacar en este análisis, es el individualismo que les impide concebirse y sentirse como parte integrante y dependiente de una comunidad. Estiman que todo lo que son y tienen es producto de su propio esfuerzo y talentos y que, en consecuencia, “no le deben nada a nadie”. Esta convicción los inclina a menospreciar a todo aquel que necesita o requiera algún tipo de ayuda o beneficio y a mostrar una notable resistencia para integrarse a cualquier actividad de conjunto, salvo que tenga un marcado tinte que asegure su “independencia” del resto.

Para finalizar este rápido e incompleto listado de peculiaridades, una que es propia del pueblo argentino en general y no de este sector en particular – pero que es muy necesario tener en cuenta – es la notable importancia que le otorgamos a los afectos en las relaciones; así como la extrema sensibilidad que, a causa de ello, demostramos ante cualquier hecho o persona que amenace perturbarlos. Esto significa, en concreto, que cualquier hecho, conducta o persona que provoque violencia o conflictividad en las relaciones, generará, automáticamente, una disposición negativa.

Partiendo de este último rasgo cultural común como punto de apoyo, mostraremos la estructura del diálogo que, a nuestro juicio, debe ser el utilizado por los participantes del polo nacional y popular, para convencer a los del sector social en cuestión de nuestra visión y propuestas.

Habitualmente una conversación con miembros de este conjunto social trae por ambas partes un componente emocional muy intenso. Esto se traduce fácilmente en frases agresivas hacia el polo del que formamos parte. Si seguimos la tendencia natural, es muy probable que respondamos nosotros agrediendo también sus posturas de manera tan fuerte como podamos. Con lo cual la posibilidad de un dialogo constructivo desaparece. El polo oligárquico contento.

Lo aconsejable en estos casos, por el contrario, es interesarnos realmente por saber cuáles son los motivos que lo llevan a pensar o creer tales asertos y escucharlos atenta y sinceramente, sin rebatirlos, solo escucharlos. Por ejemplo si afirma que todos son ladrones, podemos preguntarle si cree que son todos o solo algunos, o si afirma que son populistas dando por supuesto que ser populista es algo deleznable, podemos preguntarle por qué considera que es malo ser populista. Repetimos, lo importante en este momento no es aclarar racionalmente nada ni entrar en debate, sino interesarnos francamente en lo que piensa y siente, para preparar un clima emocional favorable a un diálogo constructivo. Esto es lo que como polo nacional y popular necesitamos.

Si inmediatamente después de esto, le informamos que nos sentimos mal por lo que dijo inicialmente – sin entrar en discusiones objetivas sobre si hay o no motivo para decir lo que dijo – ya que nosotros nos consideramos parte del polo agredido, habremos terminado de preparar el campo emocional propicio para iniciar un diálogo constructivo.

Nótese que en este hipotético inicio del diálogo, nosotros desarrollamos dos tipos de conductas. Primero, una conducta receptiva; cuando le preguntamos atenta y sinceramente por qué piensa lo que piensa. Esta conducta consiste en darle importancia a lo del otro, escuchando realmente lo que piensa y sobre todo, captando lo que siente. Frente a ella todo interlocutor tiende a tranquilizarse porque percibe que se interesan por él, en lugar de sentirse menospreciado o atacado por lo que piensa y siente. En segundo lugar tomamos una conducta afirmativa; cuando le informamos que nosotros nos sentimos mal por sus dichos iniciales. Consiste en darle importancia a lo propio, expresándole y dándole valor a lo que nosotros sentimos y pensamos. Con ambos comportamientos no incurrimos ni en una conducta agresiva que es la que le transmite al otro “lo mío es importante, válido, bueno y lo tuyo no”, ni en un comportamiento renunciativo que le transmite al otro “lo tuyo es importante, válido, bueno y lo mío no”. Mientras nos podamos mantener a lo largo del diálogo en conductas receptivas y afirmativas alternadamente, sin dejarnos llevar ni por las agresiones ni por las renunciaciones que pueda tener el otro, aseguramos un diálogo constructivo.

Encuadrada la conversación en esos términos, el objetivo es que el interlocutor incremente un poco su conciencia nacional americana, o le empiece a dar algo más de valor a lo nuestro, o amplíe la percepción de su dependencia de la comunidad de la que forma parte; es decir, empezar a debilitar los tres rasgos culturales que lo mantienen en ese conjunto confuso y ambivalente. Si, además, descubrimos algo valioso para el país en sus aseveraciones y se lo reconocemos, mejor aún. Las temáticas específicas y concretas sobre las cuales gire la conversación y nuestra habilidad, indicarán cuál de estos objetivos es el que podemos lograr en cada caso particular.

De esta manera habremos hecho nuestro aporte minúsculo pero consistente para modificar la cultura política del enfrentamiento en la que estamos inmersos, a causa del ataque histórico que la oligarquía ha hecho contra el pueblo, sus necesidades, ideas, sentimientos, aspiraciones y valores.

Recordemos siempre que en esta especie de guerra popular prolongada en la que estamos, la acción de cada uno pesa para llegar a la victoria. No es lo mismo que logremos hacer salir del sector confuso y ambivalente a una persona integrante del mismo, o que lo consolidemos en la confusión y la duda o, peor aún, que lo empujemos hacia el polo oligárquico. De ahí la importancia de reconstruir los afectos con ellos, entendiéndolos un poco más, a la vez que señalando con claridad y firmeza nuestras propias perspectivas para que las comprendan primero y las empiecen a aceptar, después.

Claro que esto es fácil decirlo pero muy difícil hacerlo. Por lo cual en la próxima nota abordaremos la necesidad y posibilidad de cambiar en nosotros mismos algunos rasgos culturales propios, para poder superar definitivamente la cultura política del enfrentamiento que nos impuso la oligarquía.