NECESIDAD DE PERFILAR UNA NUEVA CIVILIZACIÓN

La civilización moderna se encuentra en una crisis profunda y terminal que la desacredita marcadamente, de manera que su capacidad para asegurar el perfil del mundo futuro resulta cada vez más limitada. Salvo que se pretenda seguir manteniéndola, por medio del ejercicio exclusivo de un poder puro, violento y coercitivo, que reemplace su imposibilidad de generar convicción y adhesiones voluntarias.

Sin embargo, tampoco existe una propuesta de civilización distinta a la actual, con la suficiente potencialidad de convencimiento y atracción como para suplantarla. Si bien en los últimos tiempos se ha divulgado mucho la afirmación “otro mundo es posible”, no queda para nada claro en qué consiste el perfil de ese otro mundo posible.

De forma tal que nos encontramos en una especie de vacío civilizatorio, en el que la desintegración y debilitamiento de una, coexiste con la ausencia de formulación, desarrollo y consolidación de otra. Esta condición civilizatoria, que con sus más y sus menos se verifica en todo el planeta, genera una situación claramente ambivalente.

Porque por un lado nos coloca en una posición en la cual los valores, creencias, sentimientos, conductas y sistemas sociales hasta ahora vigentes, pierden día a día aceptación, sumiéndonos en un estado de confusión, anomia y hasta de enfrentamientos conflictivos, sumamente peligroso.

Pero, por otro lado, al generarse una creciente necesidad de contar con elementos compartidos para organizar la vida en común, este vacío civilizatorio se constituye en la coyuntura ideal para motivar y promover el surgimiento de un núcleo de emociones, ideas, valores, comportamientos y propuestas de organización colectiva absolutamente novedoso. Dicho de otra forma, las condiciones para que surja “otro mundo” necesario y posible, están dadas.

Ahora bien, para poder empezar a materializarlo hace falta definir, con la mayor claridad posible, los parámetros básicos de ese mundo nuevo. Es decir, uno de los primeros pasos para avanzar en la concreción de ese otro mundo, es perfilar las convicciones, sentimientos, comportamientos, valores y propuestas de formas de vida en común, que configurarían el núcleo central de la nueva civilización. Lo que implica no solo desembarazarse de las creencias, emociones, conductas, prioridades y estructuras sociales profundamente incorporadas en la sociedad por la civilización en crisis, sino suplantarlas por otras que tengan la suficiente capacidad de atracción y adhesión, como para generar el mismo o mayor nivel de incorporación que los de la civilización anterior.

Sin embargo, la formulación y desarrollo de este núcleo civilizatorio nuevo, no es un proceso que se pueda planificar y ejecutar racional y metódicamente, como sucede, por ejemplo, con la construcción de un edificio. Pero tampoco es una evolución que se da naturalmente por el libre juego de las fuerzas sociales que operan en la sociedad, sin ningún tipo de intervención humana intencional. En realidad, en la gestación de una nueva civilización se verifican ambas formas de acción colectiva: la natural y la intencional.

Las fuerzas sociales en juego, a través de sus desenvolvimientos naturales, con sus crecimientos y decrecimientos, enfrentamientos y coincidencias, beneficios y perjuicios, crean las condiciones que motivan a uno o varios grupos humanos, a idear paradigmas de vida nuevos y a buscar intencionalmente su implantación. Propósito que intentan alcanzar, mediante la planificación y ejecución de acciones racional y metódicamente establecidas.

De hecho, en la actualidad ya existen una serie de agrupaciones y asociaciones que, desde diferentes puntos de partida y con caminos diversos, están tratando de transformar la realidad civilizatoria actual, sea planteando valores y perspectivas de vida diversas, sea ideando y poniendo en práctica formas de vivir en común, marcadamente divergentes de las actuales. Lo que quizás no hay aún, es un esfuerzo por integrar lo integrable de estas diversas acciones con la perspectiva de fundar una civilización nueva; o, si lo hubiera, no cuenta con la difusión suficiente,

Con el propósito de hacer, humildemente, un aporte a esta necesaria acción y siendo consciente de las limitaciones y dificultades que implica, nos animaremos, en las próximas notas, a andar el camino de plantear los parámetros que, a nuestro juicio, deben definir el perfil de una nueva civilización. Como ya expresáramos en notas anteriores, este intento se hace desde el marco cultural de nuestro subcontinente indo afro ibero americano o Abya Yala – que significa, justamente, tierra en florecimiento – tomando como elementos fundantes: los grandes movimientos político sociales nacionales y populares del siglo pasado, las miradas, valores y sentipensamientos de nuestros pueblos originarios y las demandas de nuestra juventud actual.