EL SISTEMA INSTITUCIONAL REPUBLICANO SE AUTODESTRUYE

En 1891 Alem e Yrigoyen fundaron la Unión Cívica Radical que incorporará en su seno tanto a viejos federales y gauchos como a inmigrantes e hijos de inmigrantes, unidos por su rechazo a la exclusión de la vida política de que eran objeto (1). La elite, mediante una ley de sufragio calificado y público y el fraude electoral institucionalizado, dominaba con exclusividad el lugar de las decisiones políticas. Este movimiento político, apartado Alem y en manos exclusivas de Yrigoyen, enfrentó inicialmente el régimen instaurado por los triunfadores de Pavón con una estrategia insurreccional, fundada en alzamientos cívico militares constantes. Don Hipólito desarrollará con sus seguidores una relación emocional de mutua y secreta lealtad, sobre la que edificarán dicha presencia insurreccional en la república europeizada. Recuperaba así prácticas y valores de la antigua tradición federal montonera. Pero la presión de la cultura de origen inmigrante en el seno de su movimiento – expresada por los militantes santafecinos fuertemente influenciados por los valores democráticos europeos arraigados en la pampa gringa – lo hará cambiar de orientación. Verá entonces en la Ley Saenz Peña una  oportunidad y aceptará participar de elecciones y ser candidato a la presidencia en 1916.

En este hecho puede notarse claramente la combinación de la tradición gaucha del  caudillo – basada en la importancia de la lealtad mutua propia de una vinculación personal y emocional – con la tradición inmigrante del voto democrático europeo – basada en la importancia de la racionalidad del cálculo numérico – . El resultado será una forma nueva de democracia a la criolla, en la cual se combinarán un fuerte contenido emocional con las forma racionales que se expresan en una superioridad numérica. Esa democracia a la criolla, inaugurada por  el yrigoyenismo y continuada luego por el peronismo, se convertirá en un obstáculo imbatible para la elite argentina durante todo el siglo XX. La combinación del caudillismo emocional gaucho con votaciones masivas no fraudulentas, le resultó a la elite un escollo imposible de superar sin el uso de la fuerza…. y eso fue lo que hizo.

 

El primer intento elitista para superarlo fue eliminar el “personalismo” del caudillo en el partido radical, trayendo  apresuradamente a Alvear de París para convertirlo en Presidente y líder del partido. Cuando este intento fracasó y el “Peludo” volvió a acceder a la presidencia, la elite se convenció que sólo dejando de lado el sistema institucional republicano establecido por ella misma, podía seguir manteniendo las riendas del poder. El golpe de estado de 1930 para desalojar a Yrigoyen del poder estatal – apenas 14 años después de sancionar la ley de voto universal y secreto – traducirá en hechos esta convicción. El General Uriburu con el acaudalado estanciero Santamarina como vicepresidente, no solo darán inicio a un largo ciclo de golpes de estado, sino que harán la primera experiencia en materia de proscripciones políticas, ya que se prohíbe la fórmula radical en las elecciones de noviembre de 1931.

 

La elite argentina, no pudo soportar la insólita e inesperada presencia en el ámbito de las decisiones políticas de este nuevo pueblo argentino en formación, producto de la relativamente reciente cruza y amalgamiento de gauchos e inmigrantes. Por ese motivo quebrará el  orden institucional republicano que ella misma había pretendido crear, como remedo imitativo de la modernidad europea. Cabe preguntarse por qué en EEUU Inglaterra o Francia, ante amenazas similares, las respectivas elites  no hicieron caer el sistema institucional creado por ellos. La respuesta es simple; el sistema republicano creado por esas elites había surgido de sus propias prácticas, creencias y convicciones, mientras que el instaurado aquí, era una imitación del sistema europeo y estadounidense, completamente ajena al convencimiento profundo y a las prácticas políticas de la elite de origen ladino, que, en términos de republicanismo, dejaban mucho que desear, como se demostró con el derrocamiento y posterior asesinato de Dorrego (2). Y como puede constatarse, varios años después, en la carta enviada por Sarmiento a Domingo de Oro, donde dice: “Las elecciones de 1857 fueron las más libres y más ordenadas que ha presentado la América. Para ganarlas, nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror, que empleados hábilmente han dado este resultado. Los gauchos que se resistieron a votar por nuestros candidatos fueron puestos en el cepo o enviados a las fronteras con los indios y quemados sus ranchos. Bandas de soldados armados recorrían las calles acuchillando y persiguiendo a los opositores. Tal fue el terror que sembramos entre toda esa gente, que el día 29 triunfamos sin oposición. El miedo es una enfermedad endémica de este pueblo. Esta es la palanca con que siempre se gobernara a los porteños, que son unos necios, fatuos y tontos”.

 

Pero en la expulsión ilegal de Yrigoyen del gobierno, hay algo más importante aún. Es el momento clave en que la elite dirigente argentina deja de ser tal y empieza a convertirse en un simple grupo de familias privilegiadas; en una seudo elite que abandonará todos los sueños de país encaminado a ocupar los primeros lugares del mundo, que tuvieron sus mayores. Para dedicarse exclusivamente a defender sus intereses, por encima y en contra de cualquier proyecto para el conjunto. Es importante destacar el cambio que esto significa para cualquier sociedad. Significa la pérdida de toda capacidad integradora para el conjunto, por parte de quienes la conducen, por imposibilidad de generar un proyecto medianamente convocante, como  fue el que habían inventado sus abuelos: el de una Argentina en Progreso Indefinido. En efecto, la elite unitaria de origen ladino conformada después de Caseros y Pavón, tenía un proyecto de país, mal fundado y denigrador de la realidad americana, como ya vimos (3) pero con ideales de grandeza, muchos de ellos irrealistas, pero ideales al fin. En su creencia de que eran la avanzada de la civilización europea en América, proyectaron una nación de cien millones de habitantes henchidos de objetos y riquezas; y lucharon denodadamente para lograrlo. Los nietos ricos de esa generación inicial se convirtieron solamente en los disfrutadores de una riqueza prebendaria, de la que no querían, de ninguna manera, dejar de disfrutar. Pero al autodestruir el sistema institucional republicano que sus antecesores habían querido establecer, abrieron otro ciclo de lucha entre pueblo y elite. Entre un nuevo pueblo criollo en pleno desarrollo y una elite conservadora, sólidamente establecida en la posesión de las tierras y el ganado del país, pero incapaz de generar otra respuesta que la exclusión y la represión de las mayorías, para mantener su poder y sus privilegios. Ese fue todo su proyecto a partir de entonces. El tratado Roca- Runciman – ese pacto entre Gran Bretaña y la Sociedad Rural que firmará y pagará la Argentina en su conjunto – y la “Década Infame” mostrarán a las claras el camino que la seudo elite estaba dispuesta a seguir de allí en más.

 

Después de algo menos de sesenta años en los que se pretendió eliminar la población gaucha e indígena y cubrir el país de población inmigrante, para implantar una república europea en América, el viejo antagonismo criollo rioplatense entre pueblo y elite, volvió a emerger. Con mayor fuerza y energía aún, aunque con formas y en condiciones distintas.  El antiguo molde criollo argentino de escisión y lucha entre el pueblo y la dirigencia, volvió a brotar a la luz pública con toda su potencia, poniendo de manifiesto dos proyectos de nación distintos. Un proyecto de nación inclusivo, hecho a nuestro modo, arraigado en los estratos bajos y medios de la nación y otro proyecto de país excluyente, imitativo del exterior, apoyado exógenamente y dirigido por una seudo elite orientada a conservar sus privilegios.

 

El resto de la historia argentina, hasta la actualidad, estará dominado nuevamente por esa lucha abierta y apasionante, que prefiguraron las etnias ladina y gaucha en los orígenes de nuestra vida colectiva (4). Lucha que se actualizó dramáticamente a principios del siglo XX, con la reacción conservadora y excluyente de la elite, ante la aparición de ese nuevo pueblo criollo en formación, expresado por el movimiento yrigoyenista.

 

Cuando después del golpe, confinan al viejo caudillo en la isla Martín García, éste escribirá en su defensa: “Hice un gobierno de la más alta razón de Estado, …, de justicia distributiva, …. y dije que bajo la bóveda del cielo argentino no habría desamparo para nadie, como así sucedió”.  Confirmándolo, cuentan las crónicas de la época que la muerte de Yrigoyen fue velada por una masa humana a lo largo de tres días y que el cortejo fúnebre llevó a pulso su féretro durante cuatro horas, para recorrer el breve itinerario que va  desde la Plaza de Mayo hasta la Recoleta. De esa forma, el nuevo pueblo argentino en formación reconocía, en su último adiós, a aquel que oscura pero inequívocamente, había expresado sus necesidades, afectos, intereses, aspiraciones y deseos.

 

 

(1) Para mas detalles ver en este mismo blog “La grieta reaparece bajo un nueva forma” Mayo 2016

(2) Ver en este mismo blog “La grieta queda establecida en el país” Marzo 2016

(3) Para profundizar este tema ver en este mismo blog “Un nuevo país …. Poco sustentable” Mayo 2016

(4) Ver en este mismo blog “Los contornos iniciales de la grieta” Enero 2016