Así como la economía natural que expusimos en la nota anterior (1) no debe generar desechos y tiene que acoplarse al desenvolvimiento de la naturaleza, el sistema económico futuro que la lleve adelante, debe estructurarse sobre la base de pequeñas y medianas unidades económicas, encuadradas en un fortalecimiento comunitario local. Es decir, debe fundarse en una multiplicidad de entidades productivas, comercializadoras y financieras independientes, articuladas entre sí comunitariamente, en localidades territorialmente cercanas. De la misma forma en que, nuevamente, se da en la naturaleza; donde una diversidad de especies vegetales y animales, agrupadas en unidades convivenciales pequeñas, se vinculan entre sí sobre la base de territorios comunes, originando y sosteniendo en ellos ecosistemas compartidos.
Porque es en esas unidades económicas de escala humana, asentadas en regiones comunes y comunitariamente integradas, donde el cuidado económico propio y del medio ambiente, puede desarrollarse efectiva, real y concretamente. En primer lugar dado que es el entorno adyacente común, el que permite registrar el impacto que tienen sobre él las actividades económicas que se realizan. En segundo lugar debido a que la articulación comunitaria posibilita a las unidades productivas apoyarse y controlarse mutuamente, respecto al efecto que tienen sobre un medio que se aprecia y se considera, colectivamente, como propio. Y en tercer lugar a causa de que el tamaño pequeño o mediano de la empresa, hace posible la influencia de todos sus miembros en el propósito de cuidar a la naturaleza y a sí mismos como parte de ella. Un resultado adicional, aunque no menos crucial de tal estructura, es que el centro de las decisiones económicas deja de ser la corporación o el Estado, para pasar a ser la comunidad territorial: ese conjunto de personas, grupos, familias, organizaciones y empresas, enraizadas en un espacio geográfico común y, consecuentemente, con un interés existencial colectivo localizado, concreto, palpable, visible y compartido.
Esta diversidad de unidades económicas y sus respectivas comunidades territoriales, se vincularán a nivel mundial con otras, pero reforzando sus raíces locales y manteniendo su originalidad o particularidad, en lugar de desprenderse de ellas. Por lo cual deberán pasar de lo local a lo global en escalones territorialmente crecientes, donde los niveles superiores dependerán de los inferiores, a través de mecanismos participativos, horizontales y colaborativos. Mecanismos que aseguren la preservación y potenciación de las diversidades existentes en los niveles de base, así como la gestación de nuevas diversidades, enriqueciendo la economía planetaria, en lugar de empobrecerla con la uniformización masiva de los bienes de consumo. Por ejemplo, los productores de algodón de determinada localidad, articulados con los industriales textiles de la misma, pueden vender sus camisas con dibujos originales a todo el país mediante su participación en una cooperativa comercializadora nacional; pero a su vez, otros miembros de dicha cooperativa pueden ofrecer a los productores originarios, colores y diseños propios de sus localidades, inexistentes en la zona donde se elaboraron originalmente las camisas; de manera que, en un tercer escalón, estén en capacidad de ofrecer en conjunto al continente, una gama de camisas muy enriquecida en sus dibujos y colores. Y así, sucesivamente, otros miembros de una federación regional de producción y consumo continental, pueden ofertar prendas de vestir que no sean solo camisas, a las que aplicar dichos dibujos y colores, culminando en un abanico muy diverso y rico de vestimentas a ser ofrecidos al mundo.
Es probable que, inicialmente, esta imagen de funcionamiento económico nos resulte cuestionable, dado que consideramos un adelanto que una empresa localizada en Ushuaia pueda vender su producto a otra situada en California sin ningún problema, o que una operación financiera de gran magnitud se pueda llevar a cabo en la bolsa de Nueva York, operando desde una oficina porteña. Lo cual es cierto, en la medida en que significa que el planeta se va conectando económicamente en la práctica, a la vez que adquiriendo una conciencia de unidad tan positiva como inevitable. Lo que no se advierte, sin embargo, es que al mismo tiempo, la masificación de este tipo de acciones económicas, tiene como consecuencia que sus actores se desarraiguen de la porción de naturaleza y comunidad humana concretas en las que conviven. Por lo cual, el cuidado de ambas pasa a ser, en el mejor de los casos, un propósito universal abstracto, con poca o ninguna materialización en lo inmediato y cercano, cuando no directamente inentendible y descartable.
Esta conciencia general, indeterminada e imprecisa de la humanidad y el planeta, pero desarraigada de la comunidad y el medio concreto donde nos desenvolvemos, encaja perfectamente con el actual sistema económico uniforme y masivo, dependiente de centros unificados de decisión y dirección crecientemente concentrados. Porque el proceso central de la economía mundial actual no es, por mucho que se diga, la ampliación de la competencia entre unidades libres e independientes, sino todo lo contrario: la concentración de la propiedad sobre las riquezas planetarias, marcadamente acelerada a partir de la globalización financiera. Esta concentración de las decisiones económicas mundiales en un grupo cada vez más pequeño de conglomerados financieros, que buscan aumentar la rentabilidad como su objetivo central, no solo es la que alimenta la creciente producción de desechos inutilizables, con su concomitante destrucción de recursos irrecuperables. Es la que constantemente uniformiza la producción y el consumo mundiales, anulando las diversidades económicas, culturales y sociales del planeta. Es la que subordina cada vez más las pymes de todos los continentes a poderosos monopolios globales, conviertiéndolas en empresas dependientes de ellos. Y es la que destruye sistemáticamente las comunidades, debilitando todos los vínculos sociales que no sean los emergentes de sujetar al conjunto de la población, a sus sistemas de producción, financiación y consumo.
Para superar el camino de deterioro natural y social por el que nos conduce este sistema económico concentrado, resulta imprescindible, como ya vimos, generar una nueva civilización. Una nueva civilización asentada en una estructura de pymes local y comunitariamente integradas, que haga posible, efectiva y concretamente, cuidar cada porción de naturaleza y de humanidad que conformamos, a la vez que enriquecer la diversidad productiva y económica del mundo.
Lic. Carlos A. Wilkinson
(1) Chevosquiensos-HACIA UNA ECONOMÍA NATURAL-11 DE Mayo DE 2021 chevosquiensos.wordpress.com/2021/05/11/hacia-una-economia-natural/