LA GRIETA SE ACTUALIZA, AMPLÍA Y CONSOLIDA

Los casi veinte años que siguieron al golpe militar del 55, estuvieron dominados por el propósito permanente y casi obsesivo de la seudo elite, de eliminar al peronismo de la vida del país. Infinidad de maniobras y operativos, prohibiciones, persecuciones, asesinatos, fusilamientos, cárceles, proscripciones e intentos de cooptación y asimilación de todo tipo, se realizaron para eliminarlo de la vida nacional. Dieciocho años después, Perón retornaba al país con un enorme respaldo popular; y en elecciones incuestionables, obtenía más votos de los que había obtenido jamás. ¿Cómo se explica esto? Lo único que puede explicar tanto el obsesivo antiperonismo de la seudo elite, cuanto el acendrado peronismo del pueblo, es que dicho antagonismo fue la actualización, renovada y re-circunstanciada, de la ancestral lucha entre elite y pueblo por establecer proyectos de país opuestos, que arraiga en los orígenes de nuestra vida nacional, como hemos planteado en otras notas (1).

 

El proyecto del núcleo más duro y tradicional de la seudo-elite argentina a partir de 1955 hasta mediados de los 60, fue muy  sencillo: ajustar el país, su consumo, su desarrollo e incluso su población, a las vacas con que contaba la pampa húmeda. Lo demás era secundario o sobraba. “En 1956 el Dr. Ernesto Hueyo, ex ministro de la década infame y personaje representativo de su clase, sostiene en una articulo de “La Prensa” que el país tiene exceso de población y sólo se le ocurre una solución: que emigre el excedente de argentinos innecesario para la economía pastoril. En 1966 el presidente de la sociedad rural, Sr. Faustino Fano – un nuevo incorporado a la clase alta – expresa el pensamiento de la misma diciendo…que la población conveniente para la Republica está en la relación de cuatro vacunos por cada hombre. …partiendo de una existencia previsible de 45 a 50 millones de vacunos, hoy no debería tener más de 12 millones de habitantes. Si tiene 25 millones se ha excedido en el 100 por ciento” (2). Por su parte el modelo de convivencia humanista y solidario, que el nuevo pueblo criollo argentino había empezado a gestar con Yrigoyen y terminado de darle forma con Perón, implicaba que, tanto para sostener la población y su crecimiento natural, cuanto para alcanzar la justicia social, resultaba imprescindible generar un poderosos proceso de industrialización capaz de crear miles de puestos de trabajo, sin los cuales dichos objetivos eran absolutamente inalcanzables.

 

Mientras la seudo elite desataba una persecución furiosa de los representantes y símbolos más destacados de la militancia peronista y ésta se volcaba a una resistencia activa y persistente en infinidad de puntos territoriales y ámbitos sociales del país, la clase media ponía de manifiesto su ambivalencia y capacidad de variación. Especialmente el núcleo de la clase media argentina más visible y con más acceso a los medios de comunicación para influenciar a la opinión pública – compuesto por políticos, intelectuales y periodistas – comenzaba un camino que iría desde el desencuentro y antagonismo intenso, al encuentro e incorporación al movimiento perseguido. Este camino determinará el devenir político argentino desde mediados de la década del 60 hasta mediados de la del 70.

 

El golpe de Estado de 1966 contra Illía, que ubicó a Onganía en la presidencia del país, significó el fracaso de la seudo elite para utilizar al radicalismo como el realizador político de su proyecto, viéndose obligada a ocupar lisa y llanamente el Estado con las Fuerzas Armadas, constituidas desde entonces en Partido Militar. Gran parte de la clase media, expresada por el radicalismo, se alejaba así del proyecto elitista, cosa que había empezado a manifestarse con la ruptura del Partido Radical unos años antes, cuando Frondizi se abrió de Balbín y ganó las elecciones con el voto peronista.

 

La tristemente célebre “noche de los bastones largos” llevada adelante por Onganía apenas asumió, fue clave no ya para terminar de alejar a la clase media intelectual del proyecto elitista, sino para que esta se sumase a la clase trabajadora, que lo enfrentaba. Porque la represión e intromisión violenta de la policía sobre todo en las Universidades de Ciencias Exactas y Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, tocó un nervio altamente sensible de la clase media argentina. En efecto, la Universidad no sólo era el ámbito de la educación superior casi exclusivo de ese sector social. Con su autonomía y gobierno tripartito, era una institución simbólica de la democracia, mucho más que el poder judicial. Y era la institución que enorgullecía al radicalismo, habiendo sido la reforma universitaria uno de sus mayores y más elogiados logros. Era, además, la caja de resonancia de la intelectualidad argentina, el ámbito dinámico de intercambio con todos los países en el mundo en las áreas de la ciencia y la cultura, y la fuente de prestigiosos logros científicos. La Universidad, para la clase media argentina significaba mucho y significaba algo que consideraba suyo, indiscutiblemente suyo. Cuando la seudo elite, a través de las fuerzas armadas, intervino las universidades, la clase media sintió algo parecido a lo que sintieron los trabajadores cuando destituyeron a “su” presidente e intervinieron “sus” sindicatos: que la elite estaba dispuesta a arrasar con ellos, con sus obras y con sus condiciones de vida; con todo lo que era “suyo”.

 

El impacto que esto produjo, tuvo un papel determinante en la ruptura de la larga alianza para destruir al peronismo, acordada de hecho entre la seudo elite y sectores nucleares de la clase media. La violenta y rápida “peronización” de la clase media universitaria, producida pocos años después, será una muestra clara de la vinculación secreta provocada por esa intervención. Así como lo serán los acercamientos paulatinos de las clases medias estudiantiles y profesionales con la clase obrera – sectores hasta entonces distanciados y enfrentados – a través de su participación en luchas conjuntas para enfrentar el régimen militar.

 

Esta nueva alianza sectorial hará eclosión cuando la política económica de Krieger Vasena destinada obsesivamente a limitar los salarios y los regímenes laborales conseguidos, será decididamente enfrentada por trabajadores y estudiantes en el “Cordobazo”. El estallido popular masivo contra la dictadura de Onganía en la ciudad de Córdoba, será continuado por choques violentos de las fuerzas de seguridad con trabajadores y estudiantes, en varias ciudades del interior del país. Lo que provocará la caída del gobierno y la asunción de Lanusse, quien, ante la imposibilidad de que las fuerzas armadas continúen conduciendo el país, terminará entregando el gobierno al retornado y triunfante Perón.

 

(1) Ver en este mismo blog las notas “La grieta empieza a abrirse” del 3 de Febrero de 2016 y “La grieta queda establecida en el país II” de Marzo de 2016

(2) Citado en Arturo Jauretche “El Medio Pelo en la sociedad argentina” Peñas Lillo Editor. 1966. Argentina

 

LOS DOS POLOS DE LA GRIETA SE TRANSFORMAN

Al influjo de las fuertes transformaciones internacionales posteriores a la terminación de la segunda guerra mundial – el debilitamiento definitivo de Inglaterra, el fortalecimiento de EEUU y  la aparición de la URSS – la composición y perfil de la élite argentina se fue modificando. Los tradicionales latifundistas y exportadores completamente dependientes de Inglaterra, perdieron influencia relativa en beneficio de banqueros, accionistas y gerentes de empresas extranjeras y dueños de grandes empresas locales contratistas del Estado. Una porción sustancial de los miembros de todos estos segmentos elitistas se convirtieron paralelamente en representantes de organizaciones financieras internacionales, públicas y privadas, que fueron cobrando cada vez mayor relevancia en la dirección de la economía y del aparato de poder del país. La renovada élite autocalificada como “élite modernizadora”, empezó a bosquejar un proyecto de país distinto al de la seudo-élite conservadora, que no tenía posibilidad alguna de seguir sosteniéndose.

 

El gobierno de Onganía  y Krieger Vasena fue la primera muestra pública de la transformación de la seudo élite conservadora en élite “modernizadora”; los medios comenzaron a denominarla “el establishment”. Durante dicho gobierno empezó a  mostrarse el bosquejo preliminar de un proyecto de país diferente de la simple estancia inglesa. Un proyecto que le aseguraba a la élite una porción sustancial de las riquezas argentinas y le posibilitaba “reinsertarse” en el mundo luego de la caída británica, sin llegar al extremo de imponer a las tres cuartas partes de la  población la emigración del país, como había sostenido la seudo élite conservadora en voz de los miembros de la Sociedad Rural (1).

Esta transformación de la élite y la del movimiento peronista – que describiremos más adelante – se fueron dando simultáneamente con algunos cambios importantes de la sociedad argentina en su conjunto.

Por un lado la resistencia a desaparecer por parte de la industrialización lograda en el gobierno peronista, con toda su estructura socio económica vinculada, así como la consolidación de fuertes empresas ligadas al Estado y la instalación de grandes empresas industriales extranjeras en el país, produjeron dos hechos significativos: el crecimiento de los sindicatos y la expansión del eficientismo, como criterio social válido por encima de los criterios humanistas preponderantes hasta entonces.

Por otro lado la sociedad en su conjunto fue entrando en un espiral de violencia creciente, a causa de la persecución y sostenida proscripción de un parte sustancial del pueblo argentino y la consiguiente reacción de esta.  Espiral que fue potenciada, poco tiempo más adelante, por la acentuación de la guerra fría a nivel internacional en el territorio de nuestra América; lo que se tradujo en  Fuerzas Armadas policíacas delineadas por EEUU y guerrillas imitadoras de la triunfante en la revolución cubana. Pero lo fundamental es que el modelo de convivencia pacífico, productivo y  constructivo que, a pesar de la oposición elitista, el nuevo pueblo criollo argentino había empezado a construir con el Yrigoyenismo y completado con el Peronismo, empezó a resquebrajarse a causa de esta violencia, hasta llegar a una quiebra casi total.

En cuanto al movimiento peronista, registró una transformación no menos significativa que la producida en la élite, a raíz de las diferentes respuestas que se fueron dando desde su interior a los cambios descritos en el párrafo anterior. A esto se sumó finalmente una masiva y vertiginosa incorporación de clase media juvenil universitaria –  recientemente peronizada – en su seno. Tal incorporación a la vez que revitalizó y renovó profundamente el movimiento peronista, aportándole toda la energía, ideas nuevas e ilusión de la juventud, generó también una profunda división y conflicto interno. Porque a las diferencias ya existentes le sumó las dificultades propias de un complicado reencuentro – después de casi dos décadas de enfrentamientos – entre la clase obrera de fuerte impronta peronista y la clase media de fuerte impronta antiperonista familiar y social, más allá de su reciente “conversión”. Las tradiciones, las experiencias de vida colectiva y política y las mentalidades eran muy diferentes y hasta opuestas, con, además, varios años de enemistad a sus espaldas. Por un lado el ataque al peronismo había sido tan largo y violento, que sus mecanismos de defensa colectivos ante cualquier elemento que no fuera peronista tradicional, resultaban extremadamente fuertes. Por el otro ese sector juvenil, proveniente ya de un cristianismo postconciliar tercermundista, ya de un marxismo althusseriano y fuertemente influenciado por el éxito de las revoluciones, cubana, china, argelina y egipcia, creía absolutamente en la posibilidad de un cambio inmediato y profundo. El intento de imponer esta creencia fue tan avasallador dentro del peronismo, que terminó siendo agresiva para quienes se sentían los dueños de casa. En síntesis, la actitud extremadamente defensiva de unos y la exaltación cargadamente agresiva de otros, constituyeron el campo propicio para que el conflicto fuera aumentando en intensidad. De hecho, el polo peronista de la grieta quedó convertido en una masa popular llena de esperanzas y expectativas, conducida por un conjunto heterogéneo de dirigentes colmado de contradicciones, fuertes resentimientos mutuos y conflictos cada vez más violentos entre ellos. A pesar de ser el eje de una gran confluencia política amalgamada en la Hora del Pueblo primero y en los Frentes de Liberación Nacional después. Esta situación quedó claramente expuesta con la llegada de Perón a Ezeiza. Al respecto dice Pablo Feinmann “fue la movilización de masas más grande de nuestra historia. … llegaron argentinos de todas las provincias…. todos querían… recibirlo a Perón… y festejar el comienzo de una nueva etapa de la vida nacional… el regreso de Perón significaba precisamente esto para la mayoría: el fin de la violencia, el inicio del camino hacia la justicia social y la pacificación del país de los argentinos. Tarea que iba a ser emprendida  … a través del camino de la gran política: la que convoca tras de si a las mayorías nacionales, la que abre cauces a la participación del pueblo, a su creatividad fecunda y transformadora….Durante la jornada del 20 de Junio de 1973, … una parte del peronismo – la mayoría – eligió el camino de la paz y de la acción política mayoritaria. Otra parte del peronismo eligió la violencia” (2).

Algunas frases de una conversación que mantuvieron Jorge Rulli y Envar El Kadri – ambos de activa y preponderante participación en la juventud peronista de la época – son muy ilustrativas de los fenómenos descritos; tanto de la violencia y el eficientismo, cuanto del daño causado por el primero al movimiento popular. Dicen así: “Jorge: Yo creo… que la violencia de nuestra generación no iba detrás de la eficiencia… En cambio, cuando estos militantes provenientes de los sectores medios comenzaron a instrumentar la violencia, la hicieron eficiente porque la eficiencia sí estaba en ellos… Recordemos esas declaraciones de Firmenich donde decía que habían tenido cinco mil bajas: un poco más de las previstas en sus planes antes del golpe. Nosotros nos sentimos horrorizados de que puedan haberse realizado este tipo de previsiones. Envar: – ¡Qué desprecio por la vida de los compañeros! …. Cuando uno llega a pensar así, cuando uno adopta… los modelos de organización del enemigo, finalmente se termina siendo el enemigo… porque ha logrado transformarte en él”.  Y en otro tramo dice Jorge Rulli “¿Te acordás que hace unos años nuestra lectura obligatoria era Franz Fanon, …. El, como psiquiatra, supo señalar los daños que la violencia causaba en el torturador, que quedaba esclavo de ella …. Bueno, nosotros también hemos experimentado algo parecido en cuanto a cómo la violencia nos dañó, al haber adoptado esa incapacidad de comprender que otros se diferenciaran y tuvieran diversas opiniones”. (3)

 

Lo cierto es que la élite modernizadora había logrado antes del retorno de Perón cierta coherencia interna, contaba con fuertes apoyos externos, era la dueña de la gran parte de los recursos económicos concentrados del país, de las fuerzas armadas y de la mayor parte de los medios de prensa y contaba ya con el bosquejo de un nuevo modelo de país. El pueblo no llegó igual al momento de su tan esperada victoria; tenía una gran debilidad causada por el fuerte conflicto interno del peronismo, sumada al endeble estado de salud de su conductor. Estas condiciones abrirán las puertas al significativamente, llamado “Proceso de Reorganización Nacional” con el cual la grieta alcanzará uno de los picos de violencia más altos en la historia del país.

 

 

  • Ver en este blog “La grieta se Profundiza” y «La grieta se actualiza, amplía y consolida» de Julio de 2016
  • Juan Pablo Feinmann “El Mito del eterno fracaso” .Editorial Legasa. 1985. Argentina.
  • El Kadri Rulli “Diálogos en el Exilio” Editorial Foro Sur. 1984. Argentina

 

 

 

LA GRIETA SE PROFUNDIZA

El 3 de Enero del año 1932, es decir, dos años después de la expulsión de Yrigoyen del poder y con el radicalismo proscrito electoralmente, los once hermanos y hermanas Kennedy junto a otros yrigoyenistas como Molinari, Papaleo y Franco, tomaron la comisaría de la ciudad entrerriana de La Paz, en contra del llamado fraude patriótico que había  llevado al gobierno nacional la formula Agustín P. Justo – Julio Roca. Inmediatamente tomada la comisaría por los insurrectos, cientos de paisanos y vecinos de a caballo se apersonaron en ella para participar de la  revuelta; una muchedumbre armada de lanzas y de viejos fusiles, dispuesta a pelear una vez más por su modo de concebir y  querer el país. Este levantamiento pone en evidencia las dos nuevas condiciones que generó la ruptura del orden institucional, restableciendo algunas características del viejo y enterrado enfrentamiento entre unitarios y federales: la reaparición de las fuerzas armadas interviniendo directamente en el acontecer político y el reagrupamiento cívico militar del pueblo para enfrentar los propósitos de una elite convertida ya en seudo elite (1).

Estos dos fenómenos, sumados a una cantidad de hechos más que sería largo detallar, desembocarán en el golpe del 43 y la aparición del peronismo. Una sorpresiva e inesperada conjunción de parte de las fuerzas armadas, trabajadores rurales y urbanos en proceso de sindicalización masiva, sectores eclesiásticos e importantes conjuntos de clase media,  que marcará en forma indeleble el desenvolvimiento futuro del país.

Las siguientes palabras de Perón refiriéndose al ciclo abierto con Pavón, definen la orientación central del movimiento que encabezó y lo vinculan claramente con el Federalismo y el Yrigoyenismo (2):   “Los hombres de Buenos Aires se han quedado con todo el país. El viejo sueño desde la época del Directorio se ha logrado. El país entero está al servicio del puerto. Y el puerto y el país están al servicio de ellos. Bueno y el puerto, el país y ellos mismos, todos al servicio de Inglaterra. Es otra patria, de ellos. La anterior murió. Eso creen. Pero se equivocan, la patria vieja no está muerta. Está allí, al lado de ellos, solo que no la ven. Ya veremos que cada tanto vuelve a surgir, una y otra vez. Vuelve y volverá siempre. Porque es la verdadera. Es la nuestra”. (3)

Esta vinculación histórica está acompañada por las características de una gran parte de su base social, marcada por el proceso de “americanización” al que se vieron sujetas las clases obreras urbanas, a causa del fenómeno de la inmigración interna que ya por esa época había adquirido una gran magnitud. En efecto, el arribo a los límites de la pampa húmeda y el desarrollo de la industria en las primeras décadas del siglo XX, impulsaron un proceso migratorio interno, que comenzó a poblar de “cabecitas negras” los suburbios de las grandes ciudades y muy especialmente de Buenos Aires. Los herederos de la población gaucha e india de los campos y provincias del interior comenzaron a convivir en talleres, comercios y fábricas con los descendientes de inmigrantes ya mezclados con los antiguos orilleros. Tal amalgamiento modificará fuertemente la fisonomía de las clases bajas urbanas del país, a favor de un robustecimiento de sus raíces americanas. Los contenidos de las experiencias históricas, tradiciones y elementos culturales nativos, empezaron a ocupar un espacio cada vez mayor en el mundo obrero y sindical, respecto de los elementos europeos desarraigados traídos inicialmente por los inmigrantes. Además, la conexión emocional y cultural que se verificó entre la resistencia a la autoridad dañina, de origen gaucho, y el anarquismo, de origen inmigrante, que había empezado a gestarse en la etapa anterior, se fortaleció hasta adquirir el carácter de un rasgo consolidado: la exigencia de lealtad mutua entre autoridades y pueblo.

Por otro lado, si la unión de caudillismo y elecciones libres en el Yrigoyensimo fue imbatible para la vieja elite, la misma combinación, más potente y amplia aún en el Peronismo, lo tornó absolutamente invencible para la seudo elite. Por lo cual J. W. Cooke calificará acertadamente al peronismo como el “hecho maldito de la burguesía argentina”. Es decir, como el movimiento político que sólo siendo completamente eliminado y erradicado de la nación, permitiría a la seudo elite reconquistar el poder absoluto en el país. Poder que había empezado a perder con la aparición del yrigoyenismo y que con el surgimiento del peronismo quedó seria y permanentemente debilitado y amenazado.

Sin embargo este fenómeno político nuevo, de hondas raíces americanas y por lo tanto original por su rompimiento con los moldes políticos establecidos por la cultura europea – considerados los únicos verdaderos y beneficiosos – no solo resultó invencible para los dueños del país. También se manifestó incomprensible para las agrupaciones izquierdistas de fuerte matriz mental y dependencia europea, las cuales lo despreciaron como parte de la deleznable “política criolla”.

La dirigencia de ancestros ladinos, del mismo modo que frente al movimiento anterior, comenzó a buscar la forma de utilizar la fuerza para echar al peronismo del Gobierno, cuando se convenció rápidamente que era imbatible en las urnas. El vuelco enfervorizado de la ambivalencia de la clase media hacia el polo “civilizado europeo” – representado en el imaginario colectivo por los triunfadores de la segunda guerra mundial – la apoyatura de sectores militares y eclesiásticos de alta jerarquía, un complejo de partidos opositores incapaces de enfrentar en las urnas al peronismo, agrupaciones de izquierda resentidas y el apoyo incondicional y muy activo de la decadente, pero todavía poderosa Inglaterra, constituyeron los elementos que conseguirá la seudo elite argentina para lograr su objetivo. Para valorar adecuadamente la importancia fundamental de la participación inglesa en el derrocamiento de Perón – hábilmente ocultada – basta con mencionar las palabras de Winston Churchill, ante la Cámara de los Comunes en septiembre de 1955 donde expresó que: “La caída del tirano Perón en Argentina es la mejor reparación al orgullo del Imperio y tiene para mí tanta importancia como la victoria de la Segunda Guerra Mundial y las fuerzas del Imperio Inglés no le darán tregua, cuartel ni descanso en vida, ni tampoco después de muerto” (4)

Se abrió así una nueva y larga etapa de lucha nacional en la que la represión y proscripción política del movimiento peronista durante diecisiete años, se sostuvo con apoyo externo en el odio elitista a ese movimiento político frustrante e incomprensible, que había surgido del subsuelo de la patria sublevado, al decir de Scalabrini Ortiz, haciéndole inmanejable el país. Tal actitud alimentó la consiguiente reacción de rencor y resentimiento por parte de los integrantes y simpatizantes de aquel hacia la seudo elite argentina, para quienes quedó calificada desde entonces, de un modo cristalizado y rígido, como “oligarquía vacuna”.

De esa forma, el tradicional enfrentamiento nacional entre el pueblo y la elite argentinas, quedó nuevamente expuesto en forma descarnada. Y la grieta ancestral del país se restableció, pero más profunda aún que con el enfrentamiento de la elite con el yrigoyenismo.

 

(1) Ver en este mismo blog “El sistema institucional republicano se autodestruye”

(2) Ver en este mismo blog “La grieta queda establecida en el país” y “La grieta reaparece bajo una nueva forma”

(3) Hugo Chumbita “Hijos del País: San Martín, Yrigoyen, Perón”. Emecé Editores. 2004. Buenos Aires.

(4) Discurso de Winston Churchil en la Cámara de los Comunes 09-1955 citado por Alberto J Lapolla en nota “Perón y la Triple A: Ver el todo Perón” del 19 de Enero de 2007