LOS DOS POLOS DE LA GRIETA SE TRANSFORMAN

Al influjo de las fuertes transformaciones internacionales posteriores a la terminación de la segunda guerra mundial – el debilitamiento definitivo de Inglaterra, el fortalecimiento de EEUU y  la aparición de la URSS – la composición y perfil de la elite argentina se fue modificando. Los tradicionales latifundistas y exportadores completamente dependientes de Inglaterra, perdieron influencia relativa en beneficio de banqueros, accionistas y gerentes de empresas extranjeras y dueños de grandes empresas locales contratistas del Estado. Una porción sustancial de los miembros de todos estos segmentos elitistas se convirtieron paralelamente en representantes de organizaciones financieras internacionales, públicas y privadas, que fueron cobrando cada vez mayor relevancia en la dirección de la economía y del aparato de poder del país. La renovada elite autocalificada como “elite modernizadora”, empezó a bosquejar un proyecto de país distinto al de la seudo-elite conservadora, que no tenía posibilidad alguna de seguir sosteniéndose.

 

El gobierno de Onganía  y Krieger Vasena fue la primera muestra pública de la transformación de la seudo elite conservadora en elite “modernizadora”; los medios comenzaron a denominarla “el establishment”. Durante dicho gobierno empezó a  mostrarse el bosquejo preliminar de un proyecto de país diferente de la simple estancia inglesa. Un proyecto que le aseguraba a la elite una porción sustancial de las riquezas argentinas y le posibilitaba “reinsertarse” en el mundo luego de la caída británica, sin llegar al extremo de imponer a las tres cuartas partes de la  población la emigración del país, como había sostenido la seudo elite conservadora en voz de los miembros de la Sociedad Rural (1).

Esta transformación de la elite y la del movimiento peronista – que describiremos más adelante – se fueron dando simultáneamente con algunos cambios importantes de la sociedad argentina en su conjunto.

Por un lado la resistencia a desaparecer por parte de la industrialización lograda en el gobierno peronista, con toda su estructura socioeconómica vinculada, así como la consolidación de fuertes empresas ligadas al Estado y la instalación de grandes empresas industriales extranjeras en el país, produjeron dos hechos significativos: el crecimiento de los sindicatos y la expansión del eficientismo, como criterio social válido por encima de los criterios humanistas preponderantes hasta entonces.

Por otro lado la sociedad en su conjunto fue entrando en un espiral de violencia creciente, a causa de la persecución y sostenida proscripción de un parte sustancial del pueblo argentino y la consiguiente reacción de esta.  Espiral que fue potenciada, poco tiempo más adelante, por la acentuación de la guerra fría a nivel internacional en el territorio de nuestra América; lo que se tradujo en  Fuerzas Armadas policíacas delineadas por EEUU y guerrillas imitadoras de la triunfante en la revolución cubana. Pero lo fundamental es que el modelo de convivencia pacífico, productivo y  constructivo que, a pesar de la oposición elitista, el nuevo pueblo criollo argentino había empezado a construir con el Yrigoyenismo y completado con el Peronismo, empezó a resquebrajarse a causa de esta violencia, hasta llegar a una quiebra casi total.

En cuanto al movimiento peronista, registró una transformación no menos significativa que la producida en la elite, a raíz de las diferentes respuestas que se fueron dando desde su interior a los cambios descritos en el párrafo anterior. A esto se sumó finalmente una masiva y vertiginosa incorporación de clase media juvenil universitaria –  recientemente peronizada – en su seno. Tal incorporación a la vez que revitalizó y renovó profundamente el movimiento peronista, aportándole toda la energía, ideas nuevas e ilusión de la juventud, generó también una profunda división y conflicto interno. Porque a las diferencias ya existentes le sumó las dificultades propias de un complicado reencuentro – después de casi dos décadas de enfrentamientos – entre la clase obrera de fuerte impronta peronista y la clase media de fuerte impronta antiperonista familiar y social, más allá de su reciente “conversión”. Las tradiciones, las experiencias de vida colectiva y política y las mentalidades eran muy diferentes y hasta opuestas, con, además, varios años de enemistad a sus espaldas. Por un lado el ataque al peronismo había sido tan largo y violento, que sus mecanismos de defensa colectivos ante cualquier elemento que no fuera peronista tradicional, resultaban extremadamente fuertes. Por el otro ese sector juvenil, proveniente ya de un cristianismo postconciliar tercermundista, ya de un marxismo althusseriano y fuertemente influenciado por el éxito de las revoluciones, cubana, china, argelina y egipcia, creía absolutamente en la posibilidad de un cambio inmediato y profundo. El intento de imponer esta creencia fue tan avasallador dentro del peronismo, que terminó siendo agresiva para quienes se sentían los dueños de casa. En síntesis, la actitud extremadamente defensiva de unos y la exaltación cargadamente agresiva de otros, constituyeron el campo propicio para que el conflicto fuera aumentando en intensidad. De hecho, el polo peronista de la grieta quedó convertido en una masa popular llena de esperanzas y expectativas, conducida por un conjunto heterogéneo de dirigentes colmado de contradicciones, fuertes resentimientos mutuos y conflictos cada vez más violentos entre ellos. A pesar de ser el eje de una gran confluencia política amalgamada en la Hora del Pueblo primero y en los Frentes de Liberación Nacional después. Esta situación quedó claramente expuesta con la llegada de Perón a Ezeiza. Al respecto dice Pablo Feinmann “fue la movilización de masas más grande de nuestra historia. … llegaron argentinos de todas las provincias…. todos querían… recibirlo a Perón… y festejar el comienzo de una nueva etapa de la vida nacional… el regreso de Perón significaba precisamente esto para la mayoría: el fin de la violencia, el inicio del camino hacia la justicia social y la pacificación del país de los argentinos. Tarea que iba a ser emprendida  … a través del camino de la gran política: la que convoca tras de si a las mayorías nacionales, la que abre cauces a la participación del pueblo, a su creatividad fecunda y transformadora….Durante la jornada del 20 de Junio de 1973, … una parte del peronismo – la mayoría – eligió el camino de la paz y de la acción política mayoritaria. Otra parte del peronismo eligió la violencia” (2).

Algunas frases de una conversación que mantuvieron Jorge Rulli y Envar El Kadri – ambos de activa y preponderante participación en la juventud peronista de la época – son muy ilustrativas de los fenómenos descritos; tanto de la violencia y el eficientismo, cuanto del daño causado por el primero al movimiento popular. Dicen así: “Jorge: Yo creo… que la violencia de nuestra generación no iba detrás de la eficiencia… En cambio, cuando estos militantes provenientes de los sectores medios comenzaron a instrumentar la violencia, la hicieron eficiente porque la eficiencia sí estaba en ellos… Recordemos esas declaraciones de Firmenich donde decía que habían tenido cinco mil bajas: un poco más de las previstas en sus planes antes del golpe. Nosotros nos sentimos horrorizados de que puedan haberse realizado este tipo de previsiones.Envar: – ¡Qué desprecio por la vida de los compañeros! …. Cuando uno llega a pensar así, cuando uno adopta… los modelos de organización del enemigo, finalmente se termina siendo el enemigo… porque ha logrado transformarte en él”.  Y en otro tramo dice Jorge Rulli “¿Te acordás que hace unos años nuestra lectura obligatoria era Franz Fanon, …. El, como psiquiatra, supo señalar los daños que la violencia causaba en el torturador, que quedaba esclavo de ella …. Bueno, nosotros también hemos experimentado algo parecido en cuanto a cómo la violencia nos dañó, al haber adoptado esa incapacidad de comprender que otros se diferenciaran y tuvieran diversas opiniones”. (3)

 

Lo cierto es que la elite modernizadora había logrado antes del retorno de Perón cierta coherencia interna, contaba con fuertes apoyos externos, era la dueña de la gran parte de los recursos económicos concentrados del país, de las fuerzas armadas y de la mayor parte de los medios de prensa y contaba ya con el bosquejo de un nuevo modelo de país. El pueblo no llegó igual al momento de su tan esperada victoria; tenía una gran debilidad causada por el fuerte conflicto interno del peronismo, sumada al endeble estado de salud de su conductor. Estas condiciones abrirán las puertas al significativamente, llamado “Proceso de Reorganización Nacional” con el cual la grieta alcanza uno de los picos de violencia más altos en la historia del país.

 

 

  • Ver en este blog “La grieta se Profundiza” de Julio de 2016
  • Juan Pablo Feinmann “El Mito del eterno fracaso” .Editorial Legasa. 1985. Argentina.
  • El Kadri Rulli “Diálogos en el Exilio” Editorial Foro Sur. 1984. Argentina